Han sido cuatro misiles sucesivos contra las empresas mexicanas: aranceles, renegociación del TMEC, recesión económica y reforma judicial. Pero un puñado de empresarios influyentes está esperanzado en que un número en su lista de contactos de Whatsapp los puede sacar del problema.
Es el Whatsapp de Francisco Cervantes, presidente del Consejo Coordinador Empresarial.
Algunos lo consideran un puente útil entre la cúpula empresarial y la 4T. Otros, un traficante de influencias de cuello blanco.
Francisco Cervantes ha sido un líder empresarial acomodaticio con el régimen. En el sexenio pasado, mientras López Obrador insultaba a los empresarios, consideraba que cada hombre de negocios exitoso era en el fondo un delincuente impune y embestía con toda suerte de abusos a la propiedad privada, Francisco Cervantes acudía a las mañaneras a aplaudir.
Ahora que la presidenta Sheinbaum consolidó la destrucción del Poder Judicial, Francisco Cervantes esconde la cabeza con tal de no confrontar al gobierno aunque eso signifique claudicar en su misión de defender al empresariado ante un atropello que alarma a su gremio. En cambio, ocupa butaca privilegiada en los actos donde se vitorea al régimen. Desde ahí es generoso con declaraciones que matizan y diluyen cualquier crítica al gobierno, incluso de otros organismos cúpula del sector empresarial. Este sometimiento le da discurso al régimen para asegurar que los empresarios están de su lado.
Por esta actitud dócil y facilitadora, Cervantes es considerado un obradorista más (a ver si no le toca cargo pronto). Pero también esa actitud le ha ganado la confianza en Palacio Nacional y le ha significado un acceso que beneficia a unos cuantos: un puñado de empresarios privilegiados que usan a Francisco Cervantes como intermediario para lograr acuerdos individuales con el gobierno, para que les arregle sus asuntos.
Pero en México hay 5 millones de empresarios. Y la inmensa mayoría están en serio desacuerdo con esta atmósfera anti-iniciativa privada que desde hace siete años se promueve desde Palacio Nacional. Es cierto que la presidenta Sheinbaum ha despresurizado esa atmósfera con respecto de AMLO, pero se mantienen los problemas de fondo: la Reforma Judicial, la persecución fiscal y el boicot a la inversión privada en el sector energético. Es decir, el tono es más suave (eso claro que importa) pero el fondo es igual de duro (eso importa más).
Cervantes no es el problema. Es el síntoma. Si existe una figura haciendo lo que él hace es porque resulta funcional para el puñado de empresarios influyentes que quieren velar sólo por sus intereses. Cervantes es resultado del comportamiento de muchos empresarios de alto nivel en México, quienes en lugar de aprovechar su posición de poder para decir lo que piensan y presionar en la dirección que saben que es la correcta para el país, prefieren callar y buscar arreglos individuales en lo oscurito.
Un organismo cúpula como el Consejo Coordinador Empresarial, que en espíritu representa a todos los empresarios del país, debería pelear por conseguir condiciones de aplicación general favorables para el desarrollo de los negocios en el país, no arreglos en lo particular (y en lo oscurito) para el puñado de empresarios que tienen el WhatsApp de Francisco Cervantes.
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