Cuando vino a México de visita, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, el papa Francisco dijo: “La vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte causando sufrimiento y frenando el desarrollo del pueblo mexicano”.

Era como si el papa Francisco le estuviera haciendo campaña a López Obrador, en ese entonces aspirante presidencial de Morena. Hablar de corrupción y narcotráfico en febrero de 2016 era un misil al régimen priista de Peña Nieto, que estaba nacional e internacionalmente vapuleado por estos dos temas.

No sólo eso. Revindicó a los pueblos indígenas, se quejó de quienes “mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado los han despojado de sus tierras”, condenó los feminicidios y empatizó con los jóvenes que veían a sus amigos sumados a las cifras de desaparecidos, inhabilitados por la adicción a las drogas o asesinados por la violencia de los cárteles.

No es que estuviera haciéndole campaña a López Obrador. Es que el papa retrataba en el discurso la realidad mexicana.

AMLO llegó al poder en 2018 y, a distancia, se topó con varias declaraciones del papa que pusieron en entredicho el discurso mentiroso y triunfalista del presidente mexicano. El expresidente intentó usar varias veces al papa Francisco para diluir las críticas que recibía del clero mexicano: desdeñaba a los obispos de México que le reclamaban la violencia y el autoritarismo, diciendo que él sólo escuchaba al papa Francisco, que él sí era un buen hombre.

Ayer entrevisté en W Radio a monseñor Francisco Javier Acero, obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México. Me contó que en 2023 los obispos mexicanos fueron a visitar al Papa como parte de la visita ad limina, el informe que rinden a puerta cerrada en el Vaticano los obispos de cada país cada cinco años, y él les pidió lo mismo que en la visita anterior, resistir ante los ataques del gobierno. Que les aconsejó “que en esta situación de confrontación (y polarización), no debemos responder con provocaciones, sino siempre desde la paz”.

El papa Francisco supo poner los puntos sobre las íes. En 2022, tras el asesinato de dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua, en uno de los años más violentos de la historia del país, el papa espetó: “¡Cuántos asesinatos en México!”. Para un gobierno que trataba de decir que estaba teniendo éxito en pacificar al país, bastaron cuatro palabras para cimbrarlo.

De nuevo, Francisco no hacía campaña para la oposición. Sencillamente retrataba el estado del país. Ese mismo año recibió a doña María Herrera, una madre buscadora mexicana, mientras el presidente del país se negaba a recibirlas. Otra elegante bofetada con sotana blanca.

historiasreportero@gmail.com

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