Servicios Integrales de Teapa era una pequeña empresa de Tabasco que nunca había tenido negocios con el gobierno federal… hasta que el tío del dueño se volvió presidente de México. Entonces empezaron a llover los millones.
Osterlen Salazar Beltrán es dueño de Servicios Integrales de Teapa y es primo de Andy y Bobby López Beltrán, hijos del presidente Andrés Manuel López Obrador, señalados por encabezar una red de tráfico de influencias para canalizar contratos del gobierno de su papá a las empresas de sus íntimos amigos… y familiares.
Servicios Integrales de Teapa, la empresa del primo de Andy y Bobby, recibió dos contratos de Pemex por una suma total de 190 millones de pesos. No es la primera vez que un integrante de la familia presidencial recibe un contrato de Pemex: en diciembre del año 2020, el mismo reportero de Latinus, Mario Gutiérrez Vega, reveló que la prima del presidente, Felipa Obrador Olán, recibió contratos por casi 400 millones de pesos.
Osterlen Salazar Beltrán tiene su empresa por su lado con sus contratos por su lado, y además hizo equipo con su hermano Pedro Salazar Beltrán para volverse operadores de El Clan, la red de tráfico de influencias que encabezan sus primos, los hijos de AMLO. En grabaciones se escucha cómo Osterlen y Pedro se ponen de acuerdo con Amílcar Olán, íntimo amigo de Andy y Bobby, en la implementación de los negocios que reciben del gobierno.
Una frase del primo Pedro desnuda la corrupción de los hijos del presidente: “Hasta de lado nos vamos con el billetal que va a entrar”.
SACIAMORBOS
En el momento más complicado de mi vida profesional, Carlos Urzúa —sin saberlo— respaldó mis convicciones.
Yo estaba trabajando en Nueva York para promover un documental en el que participé. Era la oportunidad de tomarme unos días y reflexionar. La mañana del 9 de julio de 2019 salí a correr por la ribera del Río Hudson. Ya casi de regreso al hotel tras el ejercicio matutino, mi celular vibró mucho más de lo normal, casi incesantemente. Me detuve y leí la noticia: Urzúa renunciaba al gobierno federal de López Obrador y se iba dejando una granada política a manera de carta de renuncia.
Con apenas siete meses encabezando la Secretaría de Hacienda, escribió que ya se había dado cuenta de lo que estaba pasando en ese gobierno: habló de negocios a la sombra del poder, de conflictos de interés, de decisiones que se tomaban por capricho y de funcionarios ineptos que eran impuestos en altas responsabilidades.
Era lo que yo estaba denunciando en mis espacios periodísticos. Y por eso ya me había ganado los primeros insultos públicos y presiones privadas del presidente de México (no imaginaba la embestida que vendría después). La carta de renuncia de Urzúa fue un punto de quiebre para mí: si el secretario de Hacienda de López Obrador lo estaba viendo desde adentro y optaba por irse, no estaba yo equivocado.
Cuatro años después, cuando el doctor Urzúa y yo coincidimos en los pasillos de Latinus, le conté la anécdota. Me dio gusto compartírsela, y él, con la generosidad que siempre le caracterizó, lo agradeció y comentó lo difícil que resultaba enfrentar el poder. Siempre le preocupó mucho el país. Descanse en paz.