Desde que se publicó el reportaje sobre las lujosas casas de su hijo en Houston, el presidente no ha dejado de patalear… en arenas movedizas. Cada que lo hace se hunde más.
Primero dijo que su nuera era rica. Fue la burla. Luego arremetió contra mí por haberlo publicado. Despertó indignación. Le llamó inquisidora a la canciller de Panamá, se peleó con Austria por el penacho de Moctezuma y “pausó” la relación con el segundo socio comercial más importante del país, España. Nada le funcionó: todo mundo se dio cuenta que eran distractores para evitar hablar de las casonas de su hijo. Divulgó presunta información fiscal mía. Hasta cercanos suyos le dijeron que era un abuso de poder. Los gobernadores de Morena hicieron una carta de apoyo al presidente. Terminó demostrando el nivel de debilidad que tiene López Obrador. Y la última: la respuesta oficial, 17 días después, de su hijo y su nuera.
Salió peor el remedio que la enfermedad. José Ramón López Beltrán, en un descuidado párrafo, quiso justificar su estilo de vida en Texas: dijo que trabajaba de abogado en Estados Unidos, de asesor legal en la empresa KEI Partners, de la que divulgó su página web. A los pocos minutos, la respuesta se había vuelto un escándalo todavía más profundo:
La empresa se dedica a desarrollar ¡viviendas de lujo! La empresa compró un dominio en internet, pero nunca lo activó… hasta unas horas antes de que saliera el comunicado del hijo del presidente. Es decir, hasta entonces se subió la página web. Se subieron también en las horas previas un video y fotos que eran capturas de pantalla, es decir, improvisadas. Y encima, la página web se creó unas horas antes del comunicado del hijo del presidente.
KEI Partners se creó a la par del inicio del sexenio. Su dueño es el hijo de Daniel Chávez, uno de los empresarios favoritos de López Obrador, cabeza del emporio hotelero y de cruceros Grupo Vidanta, integrante del Consejo Asesor Empresarial del presidente de México y su representante en la supervisión del Tren Maya.
Para tratar de tapar un conflicto de interés… incurrieron en otro.
El primero estaba marcado porque la “casa gris” de Houston era propiedad de un alto ejecutivo de la petrolera Baker Hughes, que ha tenido un sexenio de oro con López Obrador, a la que Pemex le ha dado el triple de dinero que al inicio del sexenio y a la que le siguen saliendo contratos multimillonarios en dólares con el gobierno. El segundo, Vidanta, su íntima relación con el presidente, y la extraña y casi fantasma empresa donde se supone trabaja el hijo del presidente.
El presidente se muestra como nunca lo habíamos visto: en una combinación violenta y errática que resulta peligrosa y amenazante. Él se ha encargado de mandar todas las señales para dejárnoslo claro. Perdió el discurso, perdió el control de la agenda, y no sabe qué hacer. Está desesperado. Y muy solo, sin que nadie le ayude ni le aconseje cómo salir de las arenas movedizas en las que mientras más patalea, más se hunde.
SACIAMORBOS
Ya cuando los que brincan para apuntalar al presidente son Cuitláhuac, Cuauhtémoc y Gallardo… es porque está verdaderamente en crisis.
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