Hace unos meses se registró un choque entre la cúpula de las secretarías de la Defensa Nacional y de la Marina Armada de México. El eje de la disputa: el control de los aeropuertos.
El presidente saliente López Obrador encomendó a la Marina la administración del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y encargó al Ejército la administración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).
La pelea estaba diseñada para que ganara el Ejército. El Presidente hizo todo para asfixiar al AICM con tal de que funcionara su AIFA. Extorsionó a las aerolíneas para que dejaran el AICM y se fueran al AIFA. Redujo por decreto las operaciones aéreas en el AICM. Extorsionó a los dueños de locales comerciales del AICM para que abrieran sucursales en el AIFA. En el AIFA el Ejército les revisa hasta las ventas para cobrarse su porcentaje. Y ha sometido al AICM -el aeropuerto más importante de México- a una peligrosa sequía presupuestal. En cambio, para el AIFA rueda el oro a manos llenas… aunque se tire a la basura en un puñado de pasajeros.
Sin embargo, a pesar de toda la adversidad, la Marina le ganó la partida al Ejército.
Según especialistas del sector, el aeropuerto de la Ciudad de México, después de tocar fondo a niveles de profundo tercermundismo, ha mejorado la experiencia para el pasajero: menos retrasos, menos tiempos de espera para los pasajeros en Migración, maletas y Aduanas; más salas en la Terminal 2 (financiadas por Aeroméxico), etcétera. Parece que los empresarios privados —aviación nacional y extranjera, dueños de espacios comerciales, etc.— se sienten más cómodos tratando con la Marina que con el Ejército.
La gestión de la Marina en el AICM le complicó aún más la vida al Ejército en el AIFA. Entonces la Defensa Nacional tocó la puerta del Presidente en Palacio. Le pidió ayuda. Y el Presidente, empeñado en que el AICM se asfixie, apretó las tuercas. Ni así funcionó.
Desde su diseño, todos los especialistas del sector —excepto los interesados en adular al Presidente— advirtieron que hacer el AIFA era una mala idea, a diferencia por ejemplo del aeropuerto de Tulum, que de inmediato comenzó a tener movimiento, sobre todo de aerolíneas extranjeras. En el AIFA, la realidad se ha ido imponiendo a la ficción del Presidente. Las aerolíneas comerciales han perdido unos 150 millones de dólares por estar ahí, pero saben que si se salen, se enoja el Presidente. Salvo algunas excepciones, los vuelos de la aerolínea del gobierno van semivacíos. Y la conectividad es un desastre: llegar sigue siendo una odisea y conseguir un taxi para salir de ahí es aún más difícil. Son tan pocas las personas que lo usan que la experiencia es casi como la de tomar un vuelo privado.
SACIAMORBOS. Hace unos meses, un avión comercial se topó con un bache en la pista del aeropuerto de la Ciudad de México. Leyó usted bien. Un bache en la pista. Cualquier persona que maneje un vehículo en la capital del país sabe que los baches son cosa de todos los días. Para un avión es otra cosa: puede implicar una desgracia. Afortunadamente no pasó a mayores.
¿Por qué había un bache en la pista del aeropuerto? Por falta de mantenimiento. Porque el gobierno federal ha asfixiado presupuestalmente al AICM para tratar de hacer funcionar el proyecto del Presidente, el AIFA.