En “el país más democrático del mundo” la oposición política es simbólica. Aunque haya ganado 43% de los votos en las urnas, sólo tiene el 33% de los senadores y el 27% de los diputados. Los líderes de los partidos opositores tradicionales tienen investigaciones judiciales abiertas. En “el país más democrático del mundo” se usan las instituciones del Estado también para perseguir a los críticos y abrirles expedientes. En cambio, por videos, grabaciones telefónicas y documentos que exhiben la corrupción del partido en el poder, no hay un expediente abierto.

En “el país más democrático del mundo” el gobierno realiza una reforma al régimen político sin el consenso de la oposición. Coloniza los organismos autónomos que deberían vigilar al poder y destruye los que no pudo cooptar. Se quedan el INE, el Tribunal Electoral y la Comisión de Derechos Humanos porque ya fueron colonizados por sus afines. Pero desaparecen al INAI para administrar desde el régimen la transparencia y el acceso a la información, y despiden a todos los ministros de la Suprema Corte para que entre una nueva camada de ministros gobiernistas fruto de una elección amañada en la que el régimen tiene el control de las inscripciones, el control de la organización, y con ello, el control del resultado.

En “el país más democrático del mundo” el pueblo no somos todos. El pueblo es afín al régimen. No hay pueblo crítico ni opositor. Eso no es pueblo. Esos son enemigos del pueblo, una pandilla de delincuentes, racistas y clasistas que quieren explotar al pueblo. En “el país más democrático del mundo” se premia con contratos a los dueños de los medios de comunicación que prescinden de voces críticas y se vuelven sólo amplificadores del discurso oficial. Sin cuestionarlo ni contrastarlo. La propaganda inicia en una conferencia de prensa diaria, se machaca en redes sociales y medios afines, y termina incrustada en los libros de texto escolares que adoptan la visión del mundo que tiene el régimen.

En “el país más democrático del mundo” el presupuesto público se emplea como instrumento de extorsión política. Para los de abajo, programas sociales bajo la amenaza de que dejarán de recibir ese dinero si no votan por el partido oficial. Para los de arriba, licitaciones que se otorgan unilateralmente a los que acuden al besamanos de Palacio a doblar la rodilla o a quienes sirven de prestanombres.

En “el país más democrático del mundo” se apoyan las dictaduras. Se le da cada vez más petróleo a Cuba, se depositan millones al régimen a cambio de médicos cubanos, y alineados con Rusia, China e Irán, se respalda la reelección del venezolano Nicolás Maduro, a pesar de que no ha sido capaz de presentar una sola acta de una sola casilla que valide su triunfo.

En “el país más democrático del mundo” no manda la Presidenta, manda su antecesor. La Presidenta tiene mucho poder, pero su antecesor tiene más y las cuatro o cinco veces que se ha sabido que no tienen la misma opinión, se impone la visión de él y él se encarga de que todo mundo lo sepa. En “el país más democrático del mundo”, el presidente que sale deja a su hijo como cabeza del partido en el poder.

El 29 de diciembre, la presidenta Claudia Sheinbaum cerró el 2024 declarando que México es “quizá el país más democrático que haya sobre la faz de la Tierra”.

historiasreportero@gmail.com

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS