El martes, Claudia Sheinbaum presumió en la conferencia mañanera del presidente López Obrador que en la Ciudad de México se han abatido los índices delictivos. Un día después, al reunirse en privado con un grupo de periodistas de televisión, les dio la clave de cómo lo hizo: no dejar de golpear al crimen organizado . Lo repitió dos veces seguidas ―golpear, golpear―, enfatizando deliberadamente, según me relataron algunos de los asistentes.
Con esas palabras, la jefa de Gobierno de la capital del país tomó distancia del fracasado mantra de “abrazos no balazos” que su padrino político, el presidente de México, ha adoptado como errática estrategia. No fue un desliz de la doctora Sheinbaum: si uno analiza la actuación de la policía de la capital del país, hay balazos, no abrazos. Operativos, persecuciones, detenciones, son muestra cotidiana de ello: no son “suavecitos”.
Más allá del debate sobre las cifras, con esa estrategia pudo presumir frente a la prensa nacional: las ejecuciones están en su mínimo histórico (1.9 al día), el robo de vehículo con violencia ha bajado 70% y está también en mínimo histórico, los delitos de alto impacto han disminuido 58%, hay sustancialmente menos secuestros.
No es la primera vez que Claudia Sheinbaum se distancia de una política pública del presidente López Obrador y presume los resultados que obtiene. Lo hizo también durante la pandemia, y entró en confrontación directa con López-Gatell . En síntesis, parece que le va mejor cuando se atreve a presentar una personalidad propia que cuando intenta ser una (mala) copia de AMLO.
Pero de unos meses para acá, lo que hemos visto es esa mala copia. Inventa conspiraciones para tratar de evadir responsabilidades, ha perdido la capacidad de reacción y toma de decisiones para que no le impacten los problemas, busca pleito con quien la critique y ha vulgarizado el tono de sus expresiones, luce aislada y cerrada al diálogo, y parece que todo lo que dice y hace busca complacer a un auditorio integrado por una sola persona: el presidente. ¿Esa es su estrategia para amarrar la candidatura presidencial de Morena? ¿No sabrá que la candidatura no basta y luego hay que ganar una elección donde de poco sirve andarse peleando con todos los sectores de la sociedad?
Esta “amlización” de Claudia Sheinbaum ha tenido dos escandalosos sótanos. El primero fue cuando mantuvo en la total impunidad ―ni un funcionario despedido― el hallazgo de que su gobierno suministró a casi 200 mil personas un tratamiento médico experimental sin consentimiento de los ciudadanos. Y segundo, cuando le dio el peor manejo posible al peritaje final de la empresa noruega DNV sobre la tragedia en la Línea 12 del Metro y logró lo que parecía imposible: antes, cuando se hablaba de la Línea 12, se pensaba en Ebrard; ahora, cuando se habla de la Línea 12 , se piensa en Sheinbaum. De ese tamaño el error. De ese tamaño el fracaso. De esa medida sus cálculos político-electorales.
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