Catar ha estado bajo fuego en gran parte de los medios de comunicación del mundo: si bien se aplaudió su exitosa organización del Mundial, los espacios de radio, prensa, televisión e internet se han llenado de historias sobre la corrupción para ganar la sede, los trabajadores muertos en las obras, la esclavitud disfrazada de migración, las violaciones a derechos de mujeres y minorías, y más recientemente, los sobornos en cash a eurodiputados.

El marcador no es el que Catar esperaba. Pero Catar todavía puede meter un gol que le mejore ese marcador: aprovechar su cercanía con Irán para lograr el perdón a favor del seleccionado nacional Amir Nasr-Azadani, condenado a muerte por aprovechar el Mundial para defender los derechos de las mujeres en su país.

Catar ha querido presumir ante el mundo que es capaz de sentar a todos en el palco de su estadio. Lo mismo recibir a Anthony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, que llevar una estrecha relación política y de negocios con Irán, con quien comparte uno de los yacimientos de gas más grandes del mundo. Fungir como interlocutor con los palestinos, recibir vuelos de Israel y hasta organizar las mesas para que los americanos negociaran con los talibanes cómo les devolvieron Afganistán (se llamó Acuerdo de Doha).

No vayamos más lejos. En 2017, Estados Unidos y Arabia Saudita, encabezados entonces por Donald Trump y Mohammed Bin Salman, impulsaron un brutal bloqueo económico contra Catar. Lo acusaron de financiar y albergar terroristas. El bloqueo duró cuatro años y en este Mundial, Bin Salman se sentó al lado del emir de Catar en la inauguración y Jared Kushner, el yerno de Trump, estuvo de invitado especial en la final.

Si Catar, pues, usó al futbol para presentarse ante el mundo como el país capaz de hablar con todos, es momento que demuestre que no fue sólo para tomarse la foto y corear los goles. La vida de un futbolista está en juego por hacer solamente lo que el emir hizo todos los días del último mes: aprovechar el balón para hacer activismo político.

SACIAMORBOS: He platicado con especialistas de la región y me dicen que Catar tuvo como objetivo central de este Mundial de futbol diferenciarse de los otros países de medio oriente.

Primero, darse a conocer en el mundo. Que se sepa, por ejemplo, que no forman parte de Emiratos Árabes Unidos (EAU). Segundo, posicionar a Doha como un polo de turismo familiar, más tranquilo que Dubái, con una oferta cultural, hotelera y gastronómica atractiva. El líder de EAU no acudió a la inauguración de la Copa del Mundo —lo que se interpretó como un acto hostil de inicio—, pero dio su brazo a torcer y visitó Doha días después.

Y tercero: mostrarse como un país capaz de hablar con todos en la geopolítica. Además, Catar es dueño de Al Jazeera, el más importante e influyente medio de comunicación en la región.

Google News

TEMAS RELACIONADOS