A más de una semana del paso de un huracán categoría 5 se puede afirmar que Acapulco está abandonado a su suerte. En la mañanera de ayer, el presidente anunció el monto que se destinará a la reconstrucción del puerto: 61 mil millones de pesos.

Basta una comparación para entender la pequeñez de esta cifra: es el mismo monto de dinero que se destinó en 2014, durante la administración de Peña Nieto, también para la reconstrucción tras el paso de los huracanes Manuel e Ingrid de categoría 1, según reveló el IMCO. Pero todos sabemos que el dinero va perdiendo su valor con el paso de los años, a consecuencia de la inflación. Lo que compran esos 61 mil millones hoy es 34% menos de lo que compraban en aquel 2014.

Dicho de otro modo, el gobierno está destinando para Otis apenas dos terceras partes de lo destinado hace nueve años, y eso que los daños de hoy son considerablemente mayores: la propia gobernadora, la morenista Evelyn Salgado, le reportó al presidente que el 80% de los hoteles resultaron afectados; se habla de que también el 80% de los bares y restaurantes están reportando pérdidas totales. Con tan poco dinero para la reconstrucción, el futuro de Acapulco luce muy nublado.

La atención inmediata tras la tragedia ha sido igual de raquítica. Nada más que aquí no son hoteles, restaurantes o casas. Son personas que han pasado días sin comida ni agua, y temiendo por sus vidas porque el Estado no solo no ha sido capaz de darles sino ni siquiera ha sido capaz de evitar que les quiten.

Se han instalado 2 cocinas y 10 comedores comunitarios. Para satisfacer a la población de Acapulco que es de 800 mil habitantes, cada uno tendría que ser capaz de alimentar al equivalente a la gente que le cabe al Foro Sol para un concierto. Los datos oficiales sobre despensas y agua entregados por el gobierno federal también palidecen: cada despensa se la tendrían que repartir entre 9 personas y cada litro de agua entre 3. Los testimonios de quienes están allá son terroríficos.

¿Y el presidente? No está concentrado en combatir la emergencia. Está concentrado en combatir a quienes lo cuestionan. Ha tenido más insultos para sus críticos que reuniones con damnificados. Buitres, corruptos, carroñeros. Pero ni un saludo con los afectados. Una vez más el presidente que se autoproclama como “el más humanista de la historia” se muestra poco cercano a las víctimas de una desgracia. Porque para López Obrador, la única víctima siempre tiene que ser él.

SACIAMORBOS

Puñalada por la espalda de la presidenta de la Suprema Corte a los trabajadores del Poder Judicial, a sus trabajadores. Ellos haciendo huelga y marchando por las calles con el argumento de que el dinero de los fideicomisos es su jubilación, su retiro, sus prestaciones … y ella aceptando negociar con el que quiere quedarse con esos recursos.

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