Anoche, los nuevos ministros de la Suprema Corte de Justicia “abrieron las puertas al pueblo” para que entrara al edificio donde sesionan. No me indigna ni asusta el lance demagógico. Es un simbolismo propio de los políticos. Me alarma lo de fondo: en realidad le están abriendo las puertas al autoritarismo y cerrándoselas a la democracia.
No me irrita lo de la toga ni los vestuarios tradicionales, los rituales de limpia ni los bastones de mando benditos. Cada quien sus creencias, y en México se deben respetar todas. Hay quienes antes de un reto magnífico se persignan, meditan o recitan mantras. Son cuestiones de forma.
Lo de fondo es que la nueva Suprema Corte es fruto de un doble fraude electoral: la sobrerrepresentación y los acordeones. No debemos olvidarlo. Morena y aliados obtuvieron el 57% de los votos para el Congreso, pero les dieron el 73% de las curules. Gracias a ese fraude pudieron realizar el cambio a la Constitución para organizar la elección judicial, en la que sólo participó el 10% de la gente y se distribuyeron masivamente “acordeones” para inducir el voto. Ambos fraudes electorales fueron avalados por el INE y el Tribunal Electoral, ya cooptados por el régimen, públicamente sobornados incluso. El resultado: el 100% de los integrantes de la Suprema Corte emanan de las filas del régimen y el 100% de los integrantes del Tribunal de Disciplina Judicial —el segundo más importante— emanan de las filas del régimen.
El relato del régimen sobre los nuevos jueces, magistrados y ministros se derrumba fácilmente. No hay el mínimo asomo de democracia, de independencia, de autonomía en el nuevo Poder Judicial. Ni siquiera la aspiración. Los nuevos integrantes ni siquiera quieren ser demócratas, independientes ni autónomos al movimiento que los puso ahí. Saben cuál es su misión y lucen soberbiamente orgullosos de ella: están al servicio del régimen.
México no es una dictadura —yo no podría escribir esto si lo fuera— pero va inequívocamente en esa ruta. Pero anote la fecha: 1 de septiembre. La destrucción del Poder Judicial imperfecto y su sustitución por un órgano de partido, debe significar una marca en el camino: es el golpe más concreto, tangible y atroz de una ruta autoritaria que ya se emprendió y que sí tiene como destino la dictadura.
SACIAMORBOS
En el discurso de Sheinbaum el 9 de marzo, Andy y Adán estaban en primera fila en el Zócalo. Ayer en el Primer Informe estuvieron en quinta y cuarta fila. “Son cadáveres políticos”, decían en Palacio Nacional. La presidenta no debe olvidar que, si los quiere inhabilitar políticamente, debe dar el golpe. Porque la historia nos muestra que, en México, la política ofrece demasiadas segundas oportunidades. ¿Los quiere recuperados o los prefiere fuera del juego?
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