Mi vida va prohibida, dice la autoridad
-Manu Chao, Clandestino, 1998
Como en otros ámbitos de la vida pública, quienes hablan sobre migración y migrantes lo hacen desde donde están parados, es decir, desde sus posiciones de poder o no poder.
La narrativa dominante en las últimas cuatro décadas ha sido: los migrantes y solicitantes de refugio son un problema, son algo malo, que debe ser interceptado y prohibido.
Algunos atenúan sus afirmaciones diciendo “critico la migración ilegal, pero estoy de acuerdo con la migración legal, segura y ordenada”, cuando la verdad es que hay una brecha muy grande entre la demanda de fuerza de trabajo de los empleadores y los cauces institucionales para satisfacerla.
Agreguemos a este coctel las elecciones intermedias del 8 de noviembre en Estados Unidos.
1. El Nobel de Economía, Paul Krugman, afirma que la idea de que los inmigrantes indocumentados representan una gran amenaza al orden público “es una fantasía”: https://nyti.ms/36zS84z
2. El contraste entre la narrativa nacional y la realidad local trae consigo una guerra contra fantasmas que no existen, escribe Joy Olson acertadamente: https://bit.ly/3v2GPLE
3. A su vez, un estudio de la Universidad de Oxford concluye que las leyes actuales en EU han creado un sistema de deportación racializado: https://bit.ly/3jZoadh
El gobernador de Texas, Greg Abbott, amenaza con retomar los bloqueos carreteros fronterizos “si México no detiene la migración”. Biden intentará mostrar que tiene controlada la frontera para evitar una debacle que lo lleve a perder sus precarias mayorías en el Senado y en la Cámara de Representantes.
Es cierto que los flujos en nuestra región han aumentado de manera importante, pero no tenemos una crisis de migrantes. Entiendo que los alcaldes de Tijuana, Tapachula o Tenosique están sobrepasados, pero ello no debería ocurrir así de cumplir con la propia legislación mexicana de protección humanitaria.
¿Por qué cada tanto tiempo se repiten estos éxodos? Porque las causas de raíz de la crisis humanitaria siguen allí: con cientos de miles de desplazados por el deterioro político, la degradación ambiental, la violencia sistémica y la falta de oportunidades económicas, y abandonados a su suerte en nuestras fronteras norte y sur.
Paradójicamente, mientras los oligarcas sacan dinero de sus países, los migrantes invirtieron cerca de 80 mil millones de dólares en 2021 en remesas enviadas a la región Centroamérica-México. Este monto es al menos diez veces mayor que la ayuda externa. Los 51 mil millones de dólares de remesas recibidos en México en 2021 equivalen a un tercio de los 3.4 billones de pesos presupuestados para los Programas de Bienestar en 2022.
Los sin papeles no votan, así que es más fácil echarles la culpa de las siete plagas de Egipto. Mejor veámonos en el espejo del deterioro político y de la descomposición social. Más que militarizar fronteras, lo que falta es hacer habitables a nuestros países.
Profesor asociado en el @CIDE_MX.
@Carlos_Tampico