No hubo proceso de transición entre AMLO y Sheinbaum. No se dio el procedimiento habitual de entrega-recepción entre el equipo saliente y el equipo entrante. Se suponía que, al ser una transmisión del poder dentro del mismo partido, esta discurriría de manera suave, casi de terciopelo. No ha sido así.

La Cuarta Transformación, nos dicen, es una gesta heroica a la altura de la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana.

No abordaré aquí el tema de quién manda y quién no, de quién tiene los hilos y quién no.

Me ocuparé en cambio, de descifrar el significado del aforismo ‘quien puede lo más, puede lo menos’. La gran transformación nos ofreció un sistema de salud pública mejor que el de Dinamarca ꟷsu cumplimiento e instrumentación serían apenas un reto menorꟷ pero los epitafios del Insabi y de la Megafarmacia han desmentido rotundamente el ofrecimiento.

Uno pensaría que quien ha impulsado un nuevo régimen político que termina con la división de poderes para concentrar la conducción del Estado en una sola persona, obviamente tendría bajo control la operación cotidiana de ese mismo Estado.

Sin embargo, nos topamos con pared: México atraviesa un proceso de precarización de las capacidades de la Administración Pública Federal (APF) para cumplir con su mandato primario.

Tuvimos un presidente extremadamente poderoso y al mismo tiempo una administración pública disminuida, que en numerosos casos hace caso omiso o incluso abdica de sus deberes y sus responsabilidades. Se habló de una gran transformación del poder, pero acaso la mayor mutación ha sido su entrega parcial o total a las fuerzas armadas, según el ámbito de que se trate.

El Estado mexicano se convirtió en un cajero automático con fuerzas armadas.

Tomo como referencia del muy experimentado periodista Jon Lee Anderson (California, 1957) con el presidente de Argentina, Javier Milei. El inquilino de la Casa Rosada en Buenos Aires también está entregado a una gran transformación: la destrucción del Estado argentino. Ubicado ideológicamente en las antípodas del gobierno mexicano, Milei aplica cotidianamente una terapia de choque al gobierno, porque lo único que verdaderamente cuenta es su persona, y hasta allí.

Anderson resalta las dos frases que Milei utiliza con mayor frecuencia: 1) Nuestro gobierno recibió la peor herencia en la historia; y 2) No hay dinero. ¿Dónde hemos escuchado eso?

Quizá era demasiado esperar que la cuarta transformación consiguiera que los mexicanos pudiéramos caminar en paz y tranquilidad en nuestra localidad, o que los niños de sexto de primaria pudieran leer de corrido sin equivocarse. El caso es que hoy el gobierno que prometió ‘Sigamos haciendo historia’ parece entrampado en una maraña de reformas legadas por quien empezó a hacer historia.

Se puede reconfigurar al Estado mexicano, pero en las oficinas federales no hay dinero para garrafones de agua, ni para papel de baño. Se puede prometer que la elección por voto popular de los ministros de la Suprema Corte mejorará radicalmente el sistema de impartición de justicia, pero una enfermera del Instituto Nacional de Cancerología se lamenta: “A veces no tenemos cubrebocas, incluso plumas u hojas para hacer anotaciones”.

Así que, en los hechos, el que puede lo más, no puede lo menos. Vaya paradoja.

Profesor asociado en el CIDE.

@Carlos_Tampico

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