A María Amparo Casar, con mi aprecio y solidaridad
El apagón del sistema eléctrico mexicano es una metáfora implacable y certera: el sexenio se apaga.
El reloj marca ineluctablemente las horas por transcurrir hasta el 30 de septiembre de 2024.
La narrativa oficial insiste: no hay apagones, sólo se va la luz. De la misma manera, puntualizan que no hay más violencia, sólo aumentaron los homicidios.
Vaya ironía, terminar el periodo presidencial entre apagones, cuando al menos en la narrativa desde el 1 de diciembre de 2018, se auguraba una gesta heroica luminosa y fulgurante, la autodenominada Cuarta Transformación.
El presidente entrante se colocó a sí mismo en un sitial, a la altura de Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón; de Benito Juárez; de Francisco I. Madero, y de Lázaro Cárdenas del Río.
En 1934, el general presidente Cárdenas transformó la naturaleza del poder, para erigir un presidencialismo centrado en el Estado mexicano y sus instituciones, no en una sola persona. Durante su mandato se crearon el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Cárdenas acogió a cerca de cuarenta mil refugiados de la República española, quienes a su vez dieron vida a la Casa de España, hoy El Colegio de México, y asimismo fortalecieron facultades e institutos de investigación en la UNAM y en otras universidades, así como al Fondo de Cultura Económica. Se nacionalizaron la industria petrolera y los ferrocarriles.
El actual presidente busca la captura y el control político del Instituto Nacional Electoral (INE) y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Asimismo, persigue la eliminación de siete órganos autónomos y entidades reguladoras, como la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai), al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), y la Comisión Reguladora de Energía (CRE). En conjunto, el resultado ha sido un debilitamiento muy extendido de las capacidades de la administración pública federal.
Quizá la mayor transformación que logró fue la militarización de la seguridad pública, una apuesta cuyos resultados dejan mucho que desear, pues más botas en el terreno no han generado mayor seguridad, ni han disminuido los índices de violencia.
La 4T se propuso poner al sistema político al servicio de una sola persona, no de la sociedad mexicana.
En la ruta hacia el 2 de junio, el presidente ha desacatado 28 llamadas de atención de las autoridades electorales, para que deje de intervenir ilegalmente en los comicios.
Pero regresemos a los hechos. La trascendencia es difícil de alcanzar cuando la obra de gobierno simplemente no alcanza para tan elevado propósito, y cuando todavía falta el juicio sobre su comportamiento como expresidente.
Está en curso una operación quirúrgica para implantar en las mentes de muchos una sola evaluación sexenal verdadera, la que emana de Palacio Nacional. Esa versión eleva al prócer hasta la altura de Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas. Yo no lo alcanzo a ver así, pero quizá se deba a que hay apagón.