Carlos Alberto Cruz Santiago

En el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México fue rescatada una pequeña gatita. Su nombre es Oola, y su historia no es sólo la de un animal salvado de la calle. Es la de una acción directa contra las mafias, la de una recuperación del territorio, la de una presencia clara del Estado mexicano donde antes reinaba la violencia.

Oola vivía atrapada dentro de un inmueble que había sido tomado por el crimen organizado. Ahí se replicaban las más bajas expresiones de la humanidad: explotación sexual, consumo de drogas, extorsión, violencia normalizada y dolor sistemático. Ese edificio ya no está de pie. Fue desmantelado. Fue recuperado.

Como bien escribió Ricardo Flores Magón:

“Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros los hambrientos;

los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza; los que vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana (…); los que, llegados a viejos, somos despedidos ignominiosamente porque ya no podemos trabajar,

toca a nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil para destruir hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad…”

Esto es lo que se hace en el Gobierno de Clara Brugada: no sólo combatir las violencias, sino destruir hasta los cimientos los espacios donde se ha sembrado el terror, donde se ha cosificado la vida, donde se daña la pachamama y donde se ha instalado la impunidad.

Los grupos que controlaban ese inmueble creyeron que podían hacernos daño. Que podían ocupar el vacío con su lógica de muerte. Pero el vacío lo llenamos nosotros, con presencia, fuerza, inteligencia, organización, y con la energía del Estado mexicano recuperando lo que nunca debió perderse: el territorio y la vida.

Rescatar a Oola no es un hecho menor. Es un acto político. Significa resignificar el territorio, decirle a las mafias que no nos vamos a quedar callados, que no nos vamos a retirar. Que el Estado tiene rostro, tiene estrategia, y tiene sentido. Y esto sólo es posible con la conducción jurídica, firme y política de la Consejera Jurídica Eréndira Cruzvillegas, en coordinación con la Secretaría de Gobierno, y el respaldo de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) y con la fuerza de quienes hacen de cada operativo, una batalla por la justicia.

¿Por qué “Oola”?

Porque hay nombres que no se inventan, se arrastran. Historias que no caben en la cronología de las estrellas.

Oola pertenece al universo de Star Wars, pero no es un personaje: es una herida. Hija de un clan en Ryloth, fue entrenada para brillar y entregada para obedecer. Enjaulada en belleza. Convertida en adorno. Encadenada como método.

Se dijo que era hermanastra de Nolaa Tarkona, líder de la Alianza de la Diversidad. Pero a Oola no le tocó la alianza: le tocó la cuerda. Le dijeron: “Oola mantiene a Jabba feliz. Jabba mantiene a Oola viva”. Y la galaxia giró, como si eso fuera normal.

La ficción puede iluminar planetas, pero no inventar una galaxia donde el espíritu humano o humanoide no esté podrido por la corrupción. Oola creyó que podía decidir. Luke intentó liberarla, pero ella se quedó. No por lealtad, sino por fe. Fe en que esta vez, alguien cumpliría una promesa.

Le arrebataron los velos. Le dieron un trapo. La encadenaron al deseo de otro. Pero no lograron apagar el hambre. Ni el enojo. Ni esa chispa que arde aunque no se vea.

Por eso “Oola”.

Porque nombrar es recuperar lo que los imperios —galácticos o terrenales— intentan desaparecer. Porque su historia no terminó con el Rancor. Porque sigue bailando, sí, pero en nuestra memoria. Y porque cada vez que se dice su nombre, una cadena en otro planeta, en otra casa, en otra piel… se tensa.

Y alguien, en silencio, recuerda que aún puede morder.

Hoy, ese nombre, Oola, es un recordatorio de que la esclavitud, la violencia, y el sometimiento tienen memoria, pero también de que la resistencia tiene rostro, cuerpo y territorio. Y que en esta ciudad, la lucha contra las mafias no se detiene. Ni en lo simbólico ni en lo real.

Hoy, Oola —gatita rescatada— es también bandera de un territorio recuperado.

Porque cada rincón liberado es una advertencia a quienes piensan que pueden seguir controlando el dolor.

Y no.

Aquí, ya no más

Fundador de Cauce Ciudadano A.C.

X @carloscauce

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