Al mismo tiempo, dos mujeres y un hombre caminan a lo largo y ancho del país, escuchando sueños, ganando adeptos y votos. Treinta y dos millones de mujeres y hombres jóvenes viven en riesgo de ser reclutados, ejecutados, desaparecidos o explotados sexualmente; así es el México urbano y rural de los sueños rotos.

Los sueños de Juan, un adolescente de 15 años, se encuentran inmersos en un entorno peligroso marcado por la influencia del crimen organizado. Su padre, hoy preso, quien desempeñaba roles tanto de policía como de sicario para el cartel, lo expone a un mundo de violencia desde una temprana edad. A pesar de su deseo inicial de seguir una carrera militar, "Un día me levantaron y desperté en un campo de entrenamiento, solo me quedó jalar con el cartel". Sin embargo, un encuentro violento con el ejército, que resulta en heridas graves y en una sentencia firme en un centro de tratamiento para adolescentes, lo hace replantearse su futuro. A pesar de su deseo de convertirse en trailero, Juan es consciente del peligro que implica seguir soñando: "Pero también eso es un pedo, ya ves que ahora les disparan en todas las carreteras".

Los sueños de Osvaldo, un jefe de familia de 45 años, están marcados por "vivir con un miedo constante debido al entorno violento en el que resido". Aunque su trabajo como mecánico en una planta de procesamiento de alimentos le proporciona estabilidad económica, el regreso a casa cada día se convierte en una experiencia angustiante. Su principal preocupación es la seguridad de sus hijos, quienes están expuestos al riesgo de desaparición en una zona donde la violencia del crimen organizado y el reclutamiento forzado es una realidad cotidiana. Solo encuentra tranquilidad cuando sabe que sus hijos han regresado a casa sanos y salvos, y anhela un ambiente donde no tengan que enfrentarse a los peligros de las calles para encontrar la felicidad y seguir soñando: "Si solo viviéramos entre mi trabajo, la escuela y en la casa, sin salir a la calle, seríamos muy felices".

En muchas ocasiones, el reclutamiento forzado está vinculado a conflictos armados. En México ocurre en un contexto bélico, donde todos los grupos del crimen organizado en todos los estados donde operan reclutan mujeres y hombres adolescentes y jóvenes para llevar a cabo actividades ilegales como el narcotráfico, la desaparición de personas, la extorsión, el tráfico de armas, el sicariato, el secuestro, el tráfico de personas y/o la explotación sexual.

El reclutamiento forzado de niñas, niños, adolescentes y jóvenes es una realidad en México. Organismos gubernamentales federales han creado un Observatorio como medida para recabar información para prevenir, atender y rehabilitar a las víctimas. Asimismo, organismos internacionales como UNICEF dan cuenta de esta cruda realidad generando dos miradas institucionales con entramados muy importantes, pues ellas y ellos, adolescentes y jóvenes en su mayoría, "o jalan o jalan", afirma un integrante del crimen organizado.

El riesgo de ser ejecutados, de ser desmembrados y esparcidos, de ser desaparecidos o disueltos en ácido, de que sus hermanas o madres sean levantadas y explotadas sexualmente, o la amenaza de ejecutar a sus seres queridos, el miedo a vivir con miedo, la cruda realidad de miles de adolescentes y jóvenes en México.

El reclutamiento forzado se basa en la coerción y la violencia. Los reclutadores suelen utilizar tácticas de intimidación, amenazas, engaños e incluso violencia física para reclutar a sus víctimas. Las niñas, niños, adolescentes y las personas jóvenes son especialmente vulnerables a este tipo de reclutamiento, ya que pueden ser fácilmente manipulados o presionados debido a su falta de experiencia y a su deseo de pertenencia y protección. En el año 2012 calculamos que había 75 mil personas involucradas en las redes del crimen organizado; hoy en día, hay quienes hablan de más de 185 mil personas trabajando para ellos, operando los 23 delitos que marca la Convención de Palermo.

La urgencia de generar acciones que transformen un crimen de lesa humanidad en una oportunidad de vivir libres es una deuda del Estado Mexicano. La Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas reconoce el derecho de los niños a estar protegidos contra cualquier forma de explotación y violencia, incluido el reclutamiento forzado para participar en conflictos armados. Los adolescentes al menos deberían ser tratados como víctimas/victimarios y no como victimarios. Un nuevo orden jurídico y transicional es urgente para salvar las vidas de miles de jóvenes.

En mi experiencia, la "Externación territorial" es una de las estrategias que tienen mejor resultado y que se deben implementar para salvar vidas. Crear espacios juveniles en los estados donde el conflicto armado está presente para facilitar la desmovilización y reintegración de niños, niñas, adolescentes y jóvenes que han sido reclutados o están involucrados en grupos armados. Estos programas tienen como objetivo principal salvar vidas y ofrecer una salida segura y sostenible para estas personas, brindándoles alternativas a la vida en la violencia armada.

Los programas de “Externación territorial” implican la creación de espacios seguros y libres de armas, donde las infancias y juventudes vulneradas por la delincuencia organizada puedan recibir apoyo psicosocial, educación, atención médica y capacitación para el trabajo, no se nos olvide que ellas y ellos tienen que generar ingresos y las energías verdes, la industria gastronómica, la industria de la construcción, las tecnologías de la información y la comunicación, el diseño en todas sus facetas, el arte y cultura urbana, la programación y la inteligencia artificial son herramientas de inclusión sociolaboral que pueden ser vehículos de transformación.

Estos programas solo funcionarán si están respaldados por gobiernos en los tres niveles, empresarios, por el poder judicial y el poder legislativo, junto a organizaciones internacionales, iglesias, organizaciones sociales, sindicatos, comunidades, las familias y otros actores relevantes en el terreno.

Promover la desmovilización voluntaria, el apoyo psicosocial, la educación y capacitación, la reunificación familiar, en un ambiente de protección y seguridad, buscando la inserción social, a través del apoyo psicológico donde cuenten con seguimiento y apoyo continuo, así como la colaboración comunitaria garantizando que muchos de ellos salven su vida y México recupere los sueños que construyan dignidad, libertad y Estado.

Presidente Fundador de Cauce Ciudadano AC

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