Llegaron las preocupaciones del dos mil veinticinco, ¿o llegamos nosotros a ellas? A lo mejor siempre estuvieron, a estas alturas a quién le importa.

Vienen aranceles, el país es una fosa (no sé si fosa sin fondo o fosa cerrada sobre la que apilan fiambres o un país lleno de fosas, a quién le importa), está la guerra en Palestina, la guerra en Ucrania, la guerra en África (porque África es un país, ¿no? A quién le importa).

La dictadura cubana, la dictadura nicaragüense, la dictadura venezolana y luego todos los aprendices de tiranuelos, que se extienden desde los roñosos retratos de palacio nacional (vergüenza de la nación, si tal cosa existe) hasta quienes dicen amar la libertad, excepto, repitamos siempre excepto para entender, excepto cuando se trata de algo que ellos consideran especial (negar el derecho al aborto, por ejemplo). Si son dictarígidas o dictablandas desconozco, pero dos cosas son seguras: los expertos siguen hablando en los noticieros como si supieran algo y segundo, ¿a quién le importa?

Y claro, el régimen recién caído en Siria (pero cuando un régimen cae inmediatamente se resuelven todos los problemas, ya lo demostró la revolución cubana, ¿no?, así que olvidémoslo) y las personas (no sabemos cuántas) que mientras yo amanezco en mi cama despiertan en campos de concentración en Corea del Norte (pero de esas no sabemos nada, hagamos como que no existen, a quién le importa).

Lo que hay que preguntarnos es dónde estaba Trump en navidad y año nuevo. Es como la gran pregunta de nuestro tiempo: ¿dónde está Dios mientras hablamos de él? A lo mejor sea un niño escondido detrás del tocador para que sus papis (Dios es hijo de la humanidad) no se den cuenta de que escucha todo lo que dicen de él. Entonces seguro Dios -y ahora Trump- tiene dolor de estómago luego de reír al leer que es omnipotente. ¿Omnipotente en qué sentido? Dudo que a alguien le importe.

Ahora nuestros problemas. Porque podrán ser problemas, pero son nuestros, eso nadie no los quita. Siempre nuestros, damas y caballeros (¿qué es una dama y qué es un caballero?). Problemas para hablar en la peda y en las conversaciones incómodas antes y después de hablar de cosas importantes, como los negocios. ¿Dónde estaban esos problemas cuando a todos les deseábamos un feliz año y les preguntábamos dónde pasarían las fiestas? Las broncas no existen en diciembre, se sabe. Deberíamos correr la regresión, porque tampoco aparecen el primero de enero. ¿Será por ahí del seis, o ya hasta mediados de mes? Como no lo sé me esperé hasta febrero, porque ahí seguro ya están en boga las nuevas trifulcas (que nunca son nuevas, pero seguro llamar nuevo a algo le da frescura). Y ¿a dónde iba yo con todo este disparate palabrístico? Desde luego no importa.

Lo que sí importa (aunque yo no sé qué es lo que más importa) es que estamos preocupados (¿de verdad lo estamos?). Hay cenotes perforados con metales oxidados, refinerías que no funcionan, políticos rateros (en el diccionario hay dos definiciones que deben cambiar: definición de político, ratero; definición de ratero, político: equivalencia exacta), salarios que no alcanzan, baches, edificios horripilantes, grupos marginados olvidados, cuarenta y seis estudiantes muertos sin justicia, educación basura, muertos, muertos, muertos. Quitemos el eufemismo: asesinados, asesinados, asesinados. ¿Dije algo que no hubiera antes? Pero no se preocupen, queridos lectores (si los hay, porque todo era mejor antes y las nuevas generaciones ya no leen ni aunque les paguen), yo tengo soluciones. Para los criminales, mandemos a todos a El Salvador, donde El Salvador Bukele va a cuidarlos amablemente, y para la soberanía petrolera, está Sheinbaum, Premio Nobel 2025 por su gran descubrimiento: el mar está salado. ¿Dije alguna tontería? Claro, a nadie le importa…

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