A mediados de este año, Mazatlán recibía reflectores mediáticos por un conflicto entre hoteleros y músicos de banda. El puerto sinaloense pasó a ser un escenario clave para entender los debates sobre la turistificación en el país y de cómo ese proceso desplaza la identidad de los destinos más cotizados. Ahora, esa ciudad vuelve al huracán del debate, esta vez acerca del acceso a las playas, luego de que desarrollos privados obstruyeran el paso.

El sábado 21 de septiembre se realizó una protesta para exigir que se permita el libre tránsito por las playas y se detuviese un proceso catalogado como de “privatización de la costa”. Al ser entrevistado acerca del descontento popular, el alcalde de Mazatlán, Édgar Augusto González Zatarain, hizo unas declaraciones que creo que merecen algunos comentarios.

“Puedes hacer protestas, son bienvenidas, pero no te va a generar ningún cambio, lo que te va a generar cambio es cómo lo defendamos jurídicamente, y eso es lo que te va a dar la razón porque es un tema que bien o mal, y más mal que bien, obtuvieron una escritura porque está muy raro de que de algunos años se ha venido apropiando de algunas áreas”.

Por supuesto, la parte jurídica tiene que aclararse y en su caso atenderse. Nos guste o no, como señala. Pero lo que desentona es la idea de que hacer protestas “no te va a generar ningún cambio” sino únicamente lo jurídico. Resulta curioso que se minimice el papel que ha jugado la gente de Mazatlán en la definición de su propia narrativa como ciudad. Hace unos meses, demostraron que la protesta pública puede ser un contrapeso incluso en contra de empresarios hoteleres que por su posición tienen mayor incidencia en las decisiones públicas que una persona común y corriente.

Hoy, si el tema de la turistificación está nuevamente sobre la mesa, es gracias a la protesta de este sábado. Como bien indica el alcalde de Mazatlán, el problema no es nuevo. Pero si él se tuvo que pronunciar ante los medios y asegurar que atenderían la parte legal, es porque hubo un malestar público que se hizo escuchar. Que hoy estas líneas estén siendo leídas es producto de las mantas y consignas de este fin de semana. ¿En verdad protestar no genera ningún cambio?

Las ciudades empiezan como una definición de prioridades y terminan como decisiones. En este proceso por supuesto que intervienen factores jurídicos, pero hay ciertos aspectos sobre los cuales el estado no tiene jurisdicción. Por ejemplo, lo que las y los habitantes reflexionan acerca de sus espacios, de las relaciones de poder que les atraviesan en el día a día y de cómo procesos turísticos van excluyendo ciertas dinámicas que antes eran cotidianas en aras de permitir un disfrute privatizado.

Los espacios públicos son un terreno liminal entre la propiedad privada y la propiedad pública. En ella ocurre esa parte de la ciudad que fluye sin tener que gestionarla, simplemente porque la vida ocurre. La idea de que las playas pueden ser acaparadas por el sector turístico no es un asunto menor, sobre todo cuando en ellas se encuentra la raíz de la identidad de las personas que habitan en las costas. Resulta inexplicable que en algún momento las autoridades hayan concedido a los privados el permiso de restringir lo público para un beneficio exclusivo. Pero a su vez resulta absurdo que hoy se desestime las protestas como si el problema fuese meramente de las autoridades, como si la población debiera hacerse a un lado. Como si la protesta, lejos de ser algo totalmente razonable y necesario, fuese una impertinencia.

Toda la solidaridad con la gente de Mazatlán y la lucha constante en contra de los efectos de la turistificación. Y sobre todo, gracias por recordarnos a muchas partes del país que protestar sí hace ciudad. Contrario a lo que algunos creen.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS