En un mundo azotado por una pandemia que ha provocado la muerte de más de un millón setecientas mil personas y la mayor crisis económica global en tiempos de paz en el último siglo, está claro que la vacuna contra la Covid-19 juega un papel geopolítico fundamental.
China, el país en el cual hace un año comenzó la pandemia y fue acusado por diversos gobiernos por su mala gestión inicial de la misma, hoy busca lanzar una amplia estrategia de diplomacia de vacunación para promover su imagen y aumentar su influencia a nivel global. El “imperio del centro” ha desarrollado con dinero público al menos tres candidatas a vacunas viables y ha firmado un número importante de acuerdos bilaterales en relación a las mismas, al tiempo que ha aumentado su participación en mecanismos multilaterales como la iniciativa Covax, que busca garantizar el acceso equitativo de todos los países a una vacuna, y en la cual Estados Unidos y Rusia se negaron a participar.
El contexto sin duda ha puesto a China en una posición privilegiada para desplegar esta estrategia, de entrada mientras que Beijing ha logrado controlar su situación epidemiológica, Estados Unidos y la Unión Europea están enfrascados en resolver sus propias crisis internas. Aunado a esto, a pesar de que la demanda de vacunas es global, las farmacéuticas occidentales han vendido la mayor parte de su futura producción a un reducido número de países (los de mayores ingresos), lo cual le ha abierto el camino al gigante asiático para echar a andar su plan. De entrada, Brasil, Indonesia, Marruecos, Chile, Filipinas, Tailandia, Malasia, Turquía, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y México, son algunos de los países que han apostado por China como importante proveedor de vacunas.
Pero la estrategia China es muy ambiciosa, pues no solamente se trata de acuerdos bilaterales para la adquisición de vacunas de origen chino, sino que además Beijing abrirá en otras latitudes centros de control de enfermedades (Etiopía), plantas de producción (Brasil, Indonesia y Marruecos) y centros de distribución regional de la vacuna (Emiratos Árabes Unidos).
En cuanto a los principales beneficiarios de la diplomacia de la vacuna china, es evidente que Beijing ha buscado por un lado privilegiar sus alianzas regionales y por otro generar lazos con países vinculados desde hace mucho tiempo a las antiguas potencias coloniales occidentales y que revisten una particular importancia para el crecimiento de la influencia china en el mundo.
De ahí la relevancia de que, el pasado 9 de diciembre, los Emiratos Árabes Unidos hayan homologado la vacuna de la empresa china Sinopharm, dándole luz verde a su aplicación aun cuando paradójicamente en Beijing la homologación oficial de esta vacuna se prevé será hasta fin de año. Los Emiratos Árabes Unidos, aliados tradicionales de Estados Unidos, son un bastión clave del proyecto de infraestructura chino lanzado por el presidente Xi Jinping, conocido como la Nueva ruta de la Seda, por su ubicación nodal entre Asia, Europa y África. Adicionalmente los EAU han establecido una alianza con la empresa de telecomunicaciones china Huawei para el desarrollo de la tecnología 5G en su territorio.
Otro país clave en le geopolítica de la vacuna china es Indonesia. De las 400 millones de dosis de vacunas iniciales que Beijing se ha dicho preparada para distribuir en el mundo, un tercio serán destinadas a este país que además de ser el más grande del sudeste asiático cuenta con la mayor población musulmana en todo el planeta. 1.2 millones de dosis del maná de salvación de la empresa china Sinovac ya han llegado a Yakarta, en donde el presidente indonesio, Yoko Widodo, ha destacado el apoyo recibido por parte del gobierno chino. Esto es relevante para Xi Jinping como estrategia para contrarrestar la imagen de una política de estado islamofóbica por parte de Beijing, dada la dura represión de la etnia uigur (población musulmana residente en el noroeste de China).
En América Latina, las dos mayores economías, Brasil y México han abrazado las vacunas de origen chino. En el caso de Brasil paradójicamente el acuerdo no se hizo con el gobierno federal de Jair Bolsonaro, duro critico de Pekín, sino a través de Joao Doria, gobernador del estado de Sao Paulo y uno de los principales líderes de la oposición, cuyo gobierno adquirió 46 millones de dosis. En México, el presidente López Obrador reiteró este domingo que se han adquirido 35 millones de dosis de la empresa china Sinovac, y dado que se trata de una vacuna que solo requiere de una dosis, esto significaría que cerca del 27% de la población mexicana estaremos recibiendo la vacuna de origen chino. Dato revelador para un país tradicionalmente parte de la esfera de influencia estadounidense.
Fuera del caso de Malasia, en el cual parece haber presión por parte de Pekín para liberar a 60 chinos presos en Kuala Lumpur a cambio de un acceso privilegiado a la vacuna, en la mayor parte de los casos la estrategia de China parece ser mucho más sutil y de largo aliento, buscando más que un rédito inmediato crear una atmósfera favorable a la imagen de China en el mundo y mejorar su credibilidad internacional.
No hay duda, el gigante asiático busca utilizar la diplomacia de la vacuna para afianzar su influencia global y dejar atrás el papel de villano para buscar convertirse en héroe.
Analista de política internacional.
@B_Estefan