“Turkeys Away”, el episodio del programa WKRP in Cincinnati, cuenta la historia de un evento de relaciones públicas de la estación de radio que le daba su nombre al programa de televisión. Al gerente se le ocurrió un método muy peculiar de regalar pavos el día de Acción de Gracias. Las aves descenderían desde un helicóptero suspendido sobre el estacionamiento de un centro comercial para que el público las atrapara.
Confiado en el éxito de su idea, el gerente de la estación ordenó la cobertura en vivo del evento. La narración del reportero da cuenta del desastre en ciernes. Primero declara su sorpresa porque los objetos que salen del helicóptero vienen sin paracaídas. Después, entre gente despavorida buscando refugio, cuenta alarmado cómo los pavos caen al suelo, cual “bolsas de cemento húmedo”.
Las imágenes en el estudio muestran cómo el personal pasa de la consternación a la decepción. Por fortuna no hubo víctimas, sólo coches con parabrisas estrellados y abolladuras. El gerente cierra el episodio explicando su error: “Dios es mi testigo, creí que los pavos podían volar”.
En su libro Thinking in Bets: How to Make Smarter Decisions When You Do Not Have All the Facts (Pensar en apuestas: cómo tomar decisiones inteligentes cuando no tienes todos lo hechos), Annie Duke retoma la historia de “Turkeys Away” con el propósito de ilustrar la importancia de las creencias en la calidad de las decisiones. Llama creencias a las representaciones o ideas de cómo funciona el mundo sobre el que queremos incidir. Como lo descubrió el director de WKRP Cincinatti, nuestras decisiones son tan buenas como los supuestos en las que nos basamos.
La tesis central de Duke en Thinking in Bets es que debemos ver las decisiones como apuestas para mejorar su calidad. La perspectiva del tahúr nos vuelve conscientes de la incertidumbre que media entra nuestras acciones y sus efectos sobre la realidad que buscamos cambiar. Las intenciones y los resultados están separados por un espacio que llenan elementos fuera de nuestro control: la información desconocida y la suerte.
El estratega —el nombre moderno del “hombre prudente” de Aristóteles— actúa consciente de la existencia de ese espacio, que trata de reducir la mínimo posible. Busca el mejor curso de acción en situaciones concretas. Sabe que una buena decisión no garantiza siempre un buen resultado, pero evita consecuencias desastrosas. Una estrategia ganadora tiene la probabilidades a su favor, aunque el éxito siga siendo incierto.
Las creencias que informan nuestras decisiones se traducen en probabilidades que asignamos a que a ciertas acciones sigan determinadas consecuencias. El estratega aspira
a creencias precisas; a una representación del mundo como es, no como desea que fuese. Por ello un atributo esencial del estratega consiste en mantener una mente abierta, capaz de calibrar sus creencias a la luz de los hechos y la experiencia.
La reflexión sobre las creencias y la calidad de las decisiones tiene una especial relevancia en la discusión sobre las llamadas “apuestas fallidas” del presidente López Obrador. Los analistas en los medios de comunicación han destacado los pésimos resultados de las políticas del gobierno en distintas áreas como economía, seguridad pública y sanidad, por mencionar las más importantes. Durante el primer año y medio, en lugar de avances se ha registrado un lamentable retroceso, que amenaza con convertirse en un sexenio perdido.
Buena parte de la explicación se encuentra en las creencias que informaron las decisiones de política desde el arranque el gobierno. Nunca anticiparon que la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México tendría un impacto tan negativo en la confianza de los inversionistas. En materia de seguridad, la política de “abrazos no balazos” significó el retiro de las fuerzas del Estado y el imperio de la ley de la selva en los territorios del crimen organizado. Por lo que concierne a la salud, el gobierno subestimó la peligrosidad de la pandemia del Covid-19 y desdeñó la aplicación estratégica de pruebas masivas como medio para mitigar el contagio.
La reacción del gobierno a las críticas y las malas noticias se ha vuelto uno de los riesgos más preocupantes. Descalifica al mensajero e ignora el mensaje. Así el presidente López Obrador ha construido una cámara de resonancia. Sólo recibe la información que viene de los suyos, la demás la rechaza. Culpa a la “prensa conservadora” de las malas noticias. Incurre así en el mayor de todos los riesgos: tener una estrategia perdedora y estar convencido que te llevará al éxito.
*Profesor del División de Estudios Políticos del CIDE