El problema del Pensamiento Único, cuando se traslada a la política, es que inhibe a la democracia y es precursor de diversas modalidades de autoritarismo. El concepto deviene de la teología, porque la existencia de un Dios, en las religiones monoteístas, supone que ese Dios detenta la verdad y la razón, determina qué es lo bueno y qué es lo malo, y es poseedor de la Palabra Divina. Así, con mayúsculas. En la antigüedad, las sociedades pre-modernas, que tenían gobiernos teocráticos eran gobernadas por sacerdotes, magos o por monarcas de estirpes divinas, que eran intermediarios entre el Dios respectivo y la comunidad humana, para que los hombres y mujeres llevaran a cabo los designios supranaturales.

Aún ahora, en la época contemporánea, existen algunos Estados Nacionales en los que la influencia de una religión específica es determinante.

El Estado Mexicano fue precursor en convertirse en un Estado Laico. La evolución democrática de nuestra sociedad en medio de sus diversidades, producto de muchas décadas de contradicciones, enfrentamientos, y no pocos alzamientos, tuvo como propósito inicial construir un marco institucional en los que fueran las Instituciones, y los valores establecidos en las Leyes, los que rigieran la vida nacional. No en vano el lema fundamental de la Revolución Mexicana fue el de Sufragio Efectivo, No Reelección. En esas luchas, la defensa de la libertad de expresión fue fundamental.

La libertad de expresión es un derecho humano en cualquier sociedad. Es el mejor antídoto para el pensamiento único. Es un soporte esencial para sostener la pluralidad de las sociedades,la democracia. La posibilidad de que exista el debate, en un ambiente de respeto y no de aniquilamiento, es necesaria. Consolidar el desarrollo democrático —siempre pueden existir regresiones lamentables— es un compromiso de todos los que tenemos una responsabilidad pública. Las visiones maniqueas, la descalificación per se cargada de adjetivos, el cierre de espacios de pensamiento plural, la estigmatización de lo diferente, la ridiculización del contrario, y lo más grave, las amenazas directas a medios o a periodistas, tienen un tufo que recuerda a ciertas regiones de Europa de los años 30 del siglo pasado. Todos los demócratas del país, de derecha, de centro y de izquierda, no podemos ser omisos a las señales de alerta, que se encienden insistentemente en el escenario nacional.

Claro que se vale el debate enérgico y contundente, pero el respeto a lo distinto es indispensable. La convivencia entre mayorías y minorías es crucial, porque solo así tendrá viabilidad el conjunto social de un país tan diverso y con una sociedad asimétrica como la nuestra, sin omitir las tensiones, pero resolviéndolas civilizadamente. Todavía hay oportunidad de actuar, reconociendo la existencia de visiones y opiniones válidas,expresandolas y convenciendo. Se trata del convencimiento, más que del poder. El pensamiento único se fundamenta en el dogma , el pensamiento democrático en la razón. Así se construye en la pluralidad. La unanimidad no existe.

Senadora de la República

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