Jorge Ojeda Santana

En un viaje reciente conocí a tres parejas venezolanas, dos de ellas residen en Miami y la otra en Caracas. Al intercambiar saludos, les pregunté cómo estaban las cosas en Venezuela. Me interesaba saber las razones de porqué dos habían dejado su país y otra, por el contrario, permanecía en Venezuela. Sus respuestas explican algo de lo que pasa regionalmente en el tránsito de personas a Estados Unidos.

Una pareja decidió abandonar Venezuela antes de la llegada de Chávez al poder. Se establecieron en Miami, destino preferido de latinoamericanos. Iniciaron un negocio que resultaría exitoso, lo que les permitió vislumbrar un futuro promisorio, en particular por la oportunidad para sus hijos de ingresar al reconocido sistema universitario estadounidense.

La otra pareja que también emigró a Estados Unidos lo hizo después de ocho años de chavismo, motivada por el deterioro del estado de Derecho y las continuas violaciones al derecho de propiedad. Tomaron acciones radicales, vendieron sus pertenencias al mejor postor y con ello iniciaron un negocio en Florida, el cual, tras algunos tropiezos, adquirió la solidez necesaria para permitirles salir adelante y cubrir la universidad de sus hijos, quienes tienen un futuro prometedor.

La pareja que permaneció en Caracas trabajó arduamente por años para hacerse de un patrimonio inmobiliario, que le permitiera planear su retiro con el cobro de rentas, pero el gran cambio en el derecho a la propiedad privada y el deterioro del estado de Derecho impidieron lograr su objetivo, al no poder rentar sus bienes raíces en condiciones básicas de seguridad jurídica y con el riesgo de perder su patrimonio. Todo esto los llevó a tomar la decisión de proteger sus inmuebles, manteniéndolos vacíos y cuidándolos día tras día para que no fueran invadidos. A la imposibilidad de aceptar perder ese patrimonio se suma un desalentador futuro para sus hijos y una gran frustración.

En la sociedad mexicana se habla con regularidad del deterioro del estado de Derecho, sin que se haga evidente la gravedad que esto amerita. Posiblemente la costumbre nos está haciendo indolentes, pero cuando somos afectados directos, el problema toma otra dimensión. La historia de las tres parejas venezolanas refleja, entre otros aspectos, como la falta de respeto del estado de Derecho, en particular en torno al derecho de propiedad, desencadena una serie de consecuencias directas e indirectas que degradan la confianza en un país y en su gobierno.

¿Estamos dispuestos a permitir que el deterioro del estado de Derecho continúe? Si bien el poder judicial, los organismos autónomos y otras instituciones del estado mexicano son perfectibles, acabar con su autonomía o su desaparición sólo agravarán más a nuestra democracia en construcción, la división de poderes, así como al imperfecto, pero necesario, sistema de pesos y contrapesos. Sobre este particular, resulta sugerente la lectura del libro “Cómo mueren las democracias” de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, quienes hacen un estudio serio de la destrucción de las instituciones que garantizan la democracia, así como del sistema de pesos y contrapesos, por aquellas personas que accedieron al poder en forma democrática.

¿Estamos como sociedad, o más bien, individualmente, dispuestos a no hacer nada hasta que el deterioro sea total? votar es la herramienta ciudadana más básica que permite a una sociedad evolucionar.

Dedico este texto a las tres parejas venezolanas, ¡promesa cumplida!

Integrante del Consejo Directivo de la BMA.

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