Por LUIS PEREDA
Como en carnaval, en las campañas para juez, magistrado y ministro hay de todo. Profesores que se autoperciben más preparados que una fritura; personas tan transformadoras que han conservado el statu quo por donde han pasado; litigantes que criticaron profundamente la reforma, hasta que fueron candidatas; personas juzgadoras que quieren jugar su última carta para conservar su empleo y con ello el sustento de su familia; empleados de corporaciones, legales o ilegales, que están ahí por encargo del patrón; personas que encontraron en las campañas su verdadera vocación de influencer; bienhechores que intentan aliviar, con una gota de agua, un infierno; secretarios de juzgado que (según ellos) hacían toda la chamba en su juzgado y su juez era de ornato; herederas de un apellido y una fortuna que no la tiene ni Obama; y por supuesto, personas tan ambiciosas y sin escrúpulos que ya andan viendo cómo extorsionar a despachos, empresas, universidades y colegios de abogados. En fin, de todo.
Así como los chicharrones no son buenos para la salud, estas campañas no son buenas para la independencia judicial. ¿Qué podría prometer una persona candidata que sí esté dentro de su marco de facultades pero que no la ate a los diversos intereses de sus votantes? “Siempre voy a darle la razón al más pobre”. “Siempre voy a poner la pena más alta posible”. “Siempre voy a resolver el expediente en 1 mes”. Yo me pregunto, ¿eso queremos de un juez supuestamente neutro, objetivo e imparcial? Juzgar es una actividad compleja, que requiere conocimiento, técnica y razonamiento. Nada de eso es útil en una campaña electoral vía TikTok.
¿Qué se puede prometer en 60 días de una campaña atada a un complejo listado de restricciones? ¿Cómo puede haber algo parecido a la equidad sin financiamiento público, pero con algunas personas candidatas haciendo campaña desde cargos públicos? ¿Qué propuesta viable no está ya incluida en las obligaciones propias del puesto? “Te prometo que no voy a meter a mis familiares a trabajar en el juzgado”. “Te prometo que sí voy a ir a trabajar los 5 días de la semana”. “Te prometo que sí voy a leer la sentencia antes de firmarla”.
Pero cuidado, no todo son bufonadas inocuas. Durante estas campañas corremos el peligro de que las y los candidatos a juez, magistrado o ministro transmitan la falsa idea de que para mejorar la justicia solo es cuestión de echarle más crema a los tacos y que esta reforma ayudará a ello. Nada más alejado de la realidad. La reforma a los poderes judiciales aprobada por el Congreso de la Unión no atendió el problema de acceso a la justicia de manera holística, simplemente desmanteló un contrapeso vital en cualquier república. Dicho de otra manera, se eliminó todo, lo que servía y lo que no servía y se sustituyó por reglas destinadas a tener jueces sin independencia. Esta reforma es más dañina para las arterias de la democracia que los triglicéridos de un chicharrón.
Pero el problema no termina ahí. Este proceso electoral es tan abigarrado que uno de los grandes retos de las personas candidatas es dar las instrucciones correctas para que voten por ellas. “Soy la 69 de la rosa”. “Soy el 15 de la verde” “Y yo soy la 10 de la amarilla”. Tales autopresentaciones me recuerdan un verso de la canción emblema de un grupo infantil de los ochenta. “Hola, yo soy la ficha roja”.
Quizá no hace falta ser un genio para entender cómo emitir el voto en este proceso, pero tampoco ha de ser tan fácil ya que al INE le tomó 12 párrafos dar las instrucciones para el día de la votación (véase “Así votarán las y los mexicanos en la Jornada Electoral del PEEPJF 2024-2025”, comunicado de prensa número 50, del 2 de marzo de 2025). Tendremos 6 tipos de boletas que implicaran cruzar nombres, números, cargos y autoridad postulante. Y citando otra canción, “¿Y todo para qué?”, si al final estará un Tribunal de Disciplina Judicial a las órdenes del poder político.
Y mientras que una candidata a jueza enseña pierna y un candidato a magistrado muestra el colmillo, los que sí andan chambeando de jueces, no tienen ni papel para imprimir sus sentencias. Todo mal.
Miembro del Consejo Directivo de la BMA.