Por FRANCISCO GONZÁLEZ DE COSSÍO
El mundo se está reconfigurando. El orden que existió ya no es. En su lugar, se está tejiendo un nuevo orden.
El nuevo orden es preocupante, se observan tendencias que la historia nos ha enseñado que son no solo negativas, sino que han generado los pesares más tristes de la historia de la humanidad: la geopolítica de dominancia, la ausencia de instituciones y los movimientos extremos.
Respecto de geopolítica, se observa un regreso a la forma de hacer política internacional que desembocó en la primera guerra mundial. Empiezan a hacerse bloques del mundo que tienen como finalidad competir, no solo por influencia, sino por dominancia del resto del planeta. Ello es precisamente lo que detonó la primera guerra mundial: los subterfugios, tratados secretos, alianzas militares que tenían como objetivo asegurar sobre otros y resultaron no solo en una balcanización del mundo, sino una constante tensión entre actores diversos. Ello hizo las veces de un barril de pólvora que, con una chispa, incendió el mundo.
Respecto de instituciones, se observa un repliegue en el deseo de respetar las instituciones que hemos creado —incluyendo desdeño por el derecho internacional. Ello es inquietante: las instituciones fueron creadas para encausar de la forma correcta la colisión de intereses que en el pasado han propiciado problemas—inclusive guerras. El derecho internacional sigue en pañales cuando debería ser un adulto conceptual: robusto, eficaz y respetado.
Respecto de los movimientos de externos (destaca extrema derecha), no debemos olvidar que fue precisamente esto lo que dio luz al fascismo y al nazismo. El contenido de esos movimientos intelectuales es lamentable en que es divisionista: separa a ‘unos’ de ‘otros’, cuando todos somos parte de una misma humanidad. El divisionismo no sirve. Nos obstruye construir. Detona odio y agresión.
Todo lo anterior es en sí lamentable. Pero preocupa el contexto el cual puede ocurre. Estamos viviendo una nueva era nuclear. Desde que el (entonces) presidente Trump sacó a Estados Unidos del Intermediate-Range Nuclear Forces Treaty en agosto de 2019, la carrera armamentista otrora suspendida se ha reanudado. Ello detona un peligro que habíamos logrado erradicar: una conflagración nuclear, ya sea intencional o accidental.
El cambio climático: se trata del reto más grande de la historia de la humanidad. Los científicos llevan décadas alertándonos de ello sin que les hagamos caso. Los gobiernos han fallado —tanto local como internacionalmente— en crear los mecanismos e instituciones internacionales que permitan enfrentarlo. Y mientras tanto, estamos bailando en el Titanic.
¿Qué hacer al respecto? Debemos reconocer lo que está pasando, hacer eco de las consecuencias históricas que dichas situaciones han generado, y elegir a personajes preparados, bien-intencionados, con esta problemática en mente. De lo contrario, es improbable que sobrevivamos. Y el triste corolario será que aprenderemos de la historia, que no aprendemos de la historia.
Miembro del consejo directivo de la BMA.