Por Cecilia de la Paz Pelletier Bravo

Debido al acelerado ritmo de vida, donde todo es finito y desechable, la comunidad global, cada se siente más perdida ante la crisis que está viviendo. ¿En qué momento la humanidad perdió la brújula y pensó que el crecimiento económico podía mantenerse de forma infinita a partir de la generación de riqueza (monetaria) para todos? Nos olvidamos de que los seres humanos como todo ser vivo, dependemos de la naturaleza, de los servicios ambientales que nos proporciona como es el aire, agua, sol, alimento, biodiversidad, procesos reguladores del clima y que además formamos parte de ella.

“El error más grande y más fatal cometido por la mayoría de las ciudades fue también basar sus riquezas en el comercio y la industria, junto con un trato despreciativo hacia la agricultura”.

P. Kropotkin

Kropotkin poco después de la publicación del Origen de las especies de Charles Darwin (1959), señaló que tanto en los animales como en las personas, cuando luchan entre individuos separados por los medios de vida, la especie tiende a desaparecer y, cuando esto sucede y es sustituida por la cooperación, ésta permite desarrollar las facultades intelectuales y morales que aseguran a la especie las mejores condiciones para la supervivencia, donde los más fuertes y astutos no son los más aptos, sino los que aprenden a combinarse para apoyarse mutuamente para el bienestar de la comunidad (Kropotkin, 1902).

Las ciudades a partir de la Revolución Industrial marcan una ruptura con la evolución y dinámica de la orgánica ciudad medieval característica por su interacción con el entorno que resolvía muchas de sus necesidades. Estas ciudades crecían lentamente con arquitectura que se adaptaba a las características del territorio usando materiales propios de la región lo que daba como resultado arquitectura y urbanismo confortable, estético, integrado y respetuoso del medio ambiente (Fernández, Kois, & Morán, 2016)

La llegada de la ciudad industrial se caracterizó con un acelerado y anárquico crecimiento, dónde los intereses colectivos de la ciudad se subordinaron a los de la industria y cambiaron de raíz la estructura de éstas. Las fábricas se convirtieron en los núcleos de los nuevos barrios obreros y fueron ubicados en lugares que favorecían la movilidad a la producción de las empresas. Como es el acceso de los ferrocarriles, y a las riberas de los ríos. En resumen: “la principal fuerza creadora del siglo XIX produjo el medio urbano más degradado que la humanidad hubiera visto hasta entonces» (Mumdord, 1979 (1961)). En contraposición surgió la propuesta de “Ciudad jardín” (Howard, 1898) para solucionar los problemas relacionados con la despoblación rural y el crecimiento descontrolado de las grandes, quien llevó a la realidad dos exitosas ciudades cerca de Londres: En 1903 Letchworth y en 1920 Welvwyn Garden City. (Britannica, 2025), lo que motivó a replicar el concepto, sin embargo, el concepto se desvirtuó provocando grandes recorridos y enfocando las ciudades al automóvil, acelerando nuevamente su deshumanización.

Como un intento de retornar a ese equilibrio ciudad-naturaleza, donde reconocemos nuestra dependencia de nuestro propio entorno, resurge lo que no debió haberse perdido, la agricultura urbana, mediante los huertos urbanos que surgen como un lugar para reconstruir la interdependencia y lo comunitario. Es entones, donde el huerto se presenta como un espacio de encuentro, verde y nutritivo dentro de las urbes, que funge como un espacio para construir acuerdos, lugar de conflictos y consensos, pero sobre todo de encuentros a pesar de la diversidad de intereses, surge como el espacio donde más que una simple suma de puntos de vistas individuales, propicia la deliberación del futuro de nuestras ciudades con conciencia de sus vulnerabilidades, para con ello, concebir y crear ciudades donde la inclusión, la sustentabilidad, resiliencia y reducción de desigualdades sean la nueva constante (Fernández, Kois, & Morán, 2016).

Conclusión

Volver a poner la vida en el centro de nuestras ciudades implica reconciliarnos con la tierra, reconstruir los vínculos comunitarios y reconocer que la urbanización no puede seguir desligada de los ciclos naturales. La agricultura urbana representa mucho más que una alternativa ecológica: Es una afirmación política y ética frente a un modelo de ciudad que priorizó la productividad sobre la habitabilidad, y el crecimiento económico sobre el bienestar común. En tiempos donde el cambio climático y la desigualdad desafían nuestras formas de vida, los huertos urbanos son semillas de esperanza, espacios de resistencia y regeneración.

Como decía Jane Jacobs, incansable defensora de la ciudad viva y diversa: “Las ciudades tienen la capacidad de proporcionar algo para todos, sólo porque, y sólo cuando, son creadas por todos.”

Es Coordinadora de Urbanismo y Perspectiva de Género.

AMU Representación Coahuila

contacto@amu.org.mx

Bibliografía

Britannica. (2025). Ciudad jardín. Obtenido de Britannica: https://www.britannica.com/topic/garden-city-urban-planning

Fernández, J. L., Kois, C., & Morán, N. (2016). Raíces en el asfalto 1.2 La ciudad industrial y la expansión de un entorno 2a edición . Madrid, España: Libros en Acción La editorial de Ecologistas en Acción,.

Howard, E. (1898). To-morrow : a peaceful path to real reform. London: SWAN SONNENSCHEIN & CO., Ltd,.

Kropotkin, P. (1902). La ayuda mutua: un factor de evolución. Obtenido de Marxists Internet Archive: chrome extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/El%20Apoyo%20mutuo.pdf

Mumdord, L. (1979 (1961)). LEWIS MUMFORD: LA CIUDAD EN LA HISTORIA. SUS ORÍGENES, TRANSFORMACIONES Y PERSPECTIVAS. Buenos Aires: Infinito, 1979 (1961). Buenos Aires: Buenos Aires: Infinit. Obtenido de Redalyc.

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