Por: Juan L. Kaye López

Para nadie es un secreto el enorme valor ambiental de las diversas especies vegetales en nuestras vidas, nuestros hogares, y principalmente en la vida de las ciudades.

Nos proporcionan oxígeno, son filtros naturales contra los contaminantes del aire, del agua y del suelo, regulan la temperatura ambiental y son un arma poderosa para evitar el calentamiento global.

La vegetación, elemento de reconciliación de la arquitectura con la ciudad

En un contexto “idílico”, el ser humano en su necesidad de habitar genera creaciones arquitectónicas que involucran una conexión con su entorno natural, esto incluye el asoleamiento, la ventilación y en un sentido racional del confort la vegetación.

Si la obra arquitectónica no involucra esos elementos seria vulnerable y hace vulnerable a sus ocupantes.

Así, en tiempo reciente vemos edificaciones con “fachadas verdes” donde la vegetación genera un enorme abanico de opciones en que pasamos, de “plantas” en los balcones, fachadas y hasta azoteas verdes.

Los beneficios que aportan estas soluciones van desde: proveer sombra en fachadas expuestas a gran asoleamiento, hasta recuperar niveles de humedad en los espacios sin recurrir a sistemas de aire acondicionado, son una protección térmica, filtran el aire, protegen de los rayos UV, entre muchos otros beneficios.

Son barreras protectoras contra el viento, particularmente en edificaciones construidos en sitios elevados, ahí los árboles son fundamentales para redireccionar el viento y convertirlo en filtros ante partículas contaminantes arrastradas por estos.

Pero las especies vegetales al interior de los edificios y viviendas evitan eso que se conoce como el “síndrome del edificio enfermo”, causado por la recirculación del aire interior y es que las plantas actúan como filtro, lo que mejora la calidad del aire, a la vez que regulan satisfactoriamente la temperatura y la humedad ambiental.

No podemos omitir destacar su valor en términos decorativos y paisajísticos.

Uno de los grandes aportes de la vegetación a la arquitectura, en términos de sostenibilidad es que favorece el ahorro de energía para calefacción o refrigeración de un inmueble hasta un 20% por ese concepto.

La vegetación y el clima en el espacio público

La existencia de árboles, arbustos, cubresuelos, son un elemento primordial en el espacio público urbano, calles, plazas, plazoletas, andadores, parques, áreas deportivas donde convivimos, socializamos, interactuamos con otras personas o simplemente caminamos o gozamos del ocio y la contemplación, son en sí mismos sitios que son la esencia de la ciudad y es en ese espacio público, donde participamos de actos colectivos de cualquier índole incluyendo el esparcimiento y el deporte.

Y es en ese espacio público donde debe prevalecer ese concepto conocido como “confort”. Está situación, el que sea confortable se obtiene si goza de condicionantes térmicas, donde la temperatura, la humedad, la calidad de aire, ligadas a la belleza y configuración del espacio, se alcanzan en mucho, gracias a la vegetación, que de existir y hacerlo abundantemente genera un microclima, donde la exposición a la radiación solar, la humedad y el aire generan un equilibrio ambiental.

Si el espacio público cuenta con andadores protegidos gracias a árboles y arbustos, generadores de sombra, con mobiliario urbano adecuado (bancas, mesas, depósitos de basura) y equipamiento para juegos infantiles (donde la superficie lo haga posible), con algún cuerpo de agua o fuente, la presencia de las personas, su interacción con el entorno en ese ambiente permiten asegurar durante el día una enorme sensación de “confort”, en tanto, por la noche, con una iluminación adecuada la vivencia es sin duda causa de una diferente apreciación y disfruté del mismo espacio.

Así, en plazas y parques las especies vegetales son indispensables para hacerlos vivibles e invitantes para que cumplan esa indispensable misión de fortalecer la interacción comunitaria.

En avenidas, calles y banquetas, siendo quizá en superficie el mayor espacio público de cualquier ciudad de nuestro país, no suelen ser motivo de la atención y cuidado de sus (en la mayoría de los casos) especies vegetales, cuando la buena interacción de árboles y arbustos con esas enormes áreas cubiertas de asfalto y concreto se hacen indispensable para asegurar un equilibrio ambiental básico para dar calidad a la vida de las personas.

En la Ciudad de México el valor paisajístico en los meses de marzo y abril de las jacarandas dan cuenta de lo importantes que se han vuelto en nuestra vida cotidiana.

Asegurar la existencia de especies saludables en nuestras ciudades es fundamental (no olvidar la reciente y muy cuantiosa pérdida de palmeras en diversas vías de la capital).

Un buen cuidado implica la atención a los procesos de saneamiento como lo son: la poda, limpieza de fustes, retiro de tocones, control de plagas, así como un cuidado esmerado en los procesos de plantación y sembrado.

Los Gobiernos de nuestras ciudades deben de forma permanente implementar políticas públicas verdes que fortalezcan la cultura de siembra, cuidado y conservación de especies endémicas.

Los vecinos tienen la gran responsabilidad de participar en los procesos de elección de obras y proyectos en sus distintas demarcaciones como es el caso de los presupuestos participativos en la Ciudad de México, y exigir a sus gobiernos proyectos de reforestación en nuestras ciudades, ya que su vida depende en gran medida de ello.

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