Por Arq. Raúl Villalobos

Una herencia de oro y un vacío persistente

El desarrollo urbano de México vivió un momento de inspiración histórica durante el sexenio del presidente Miguel Alemán Valdés (1946–1952), cuando el arquitecto Carlos Lazo Barreiro, al frente de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, integró a un grupo de los más destacados arquitectos de la UNAM para ejecutar una visión nacionalista e integradora. Desde la construcción de infraestructuras clave hasta la transformación del paisaje urbano, esta generación logró, por única vez, proyectar al urbanismo como instrumento central del desarrollo nacional.

Sin embargo, esa etapa brillante dejó un vacío institucional. Con el tiempo, la planeación urbana fue relegada, y los arquitectos y urbanistas desplazados de los espacios donde antes se definía el rumbo del país.

La formación académica como cimiento de la transformación

Desde la Academia de San Carlos hasta la consolidación de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, el país cultivó generaciones de profesionales con formación sólida y visión crítica. Surgieron programas de maestría y doctorado en urbanismo, así como nuevas ramas como el diseño industrial y modelos de autogobierno académico. Estas corrientes consolidaron una base profesional que hoy sigue nutriendo los esfuerzos por imaginar y construir mejores ciudades.

El deterioro del sistema de planeación

A pesar de estos avances, el urbanismo actual enfrenta una contradicción profunda: se proclama el interés por el desarrollo sostenible, pero se privilegian decisiones espontáneas, improvisadas o motivadas por intereses políticos de corto plazo. Las llamadas “obras de relumbrón” —sin continuidad ni planeación— han tenido un impacto limitado en la calidad de vida de la población.

En las ciudades olvidadas de Coahuila, este fenómeno se vuelve más evidente. Los rezagos en infraestructura, vivienda, servicios y movilidad son el resultado de un sistema de planeación debilitado, incapaz de traducir diagnósticos en acciones concretas y sostenibles.

¿Dónde está la gobernanza urbana?

El panorama actual exige una reforma de fondo. Se requiere actualizar leyes, reglamentos y normativas para garantizar que las decisiones de desarrollo urbano respondan a criterios técnicos y no a ocurrencias. Los congresos estatales deben asumir su responsabilidad legislativa en esta materia, dotando a los municipios de herramientas reales para regular y planear sus territorios.

Asimismo, frente al aumento de fenómenos meteorológicos extremos, resulta indispensable contar con planes maestros de prevención y resiliencia urbana. La ausencia de estos mecanismos no sólo pone en riesgo a la población, sino que demuestra la falta de visión en el diseño de nuestras ciudades.

Una nueva arquitectura para el siglo XXI

La arquitectura y el urbanismo del futuro deberán estar anclados en las necesidades reales de la población. Esto implica adoptar tecnologías emergentes —como la inteligencia artificial— para diseñar ciudades más habitables, eficientes y resilientes. Pero también exige regresar a los principios fundamentales del buen diseño: proporción, orientación solar, vientos dominantes, escala humana y confort.

Las ciudades olvidadas de Coahuila necesitan más que inversión; requieren una nueva narrativa urbana que rescate el valor de la planificación integral, la participación comunitaria y la dignidad del habitar.

Conclusión: recordar para no repetir

El urbanismo mexicano tiene una historia de grandeza, pero también de abandono. Hoy, frente a los desafíos del siglo XXI, es urgente recuperar la vocación transformadora del urbanismo, con una visión integral, humana y sostenible. Las ciudades olvidadas no necesitan compasión, sino proyectos y políticas que las integren a la vida nacional con igualdad de oportunidades.

La ciudad no es un problema, es la solución”, decía Jaime Lerner. Redescubrir este principio en los pueblos y ciudades de Coahuila será el primer paso hacia un porvenir verdaderamente incluyente.

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