Cecilia de la Paz Pelletier Bravo

Todo comenzó cuando a finales del siglo XIX, Thomas Edison inauguró la primera estación generadora de electricidad y Gottlieb Daimler instaló un motor de combustión interna en un carruaje de cuatro ruedas. Estos avances marcaron el inicio de una nueva era en la movilidad. En 1913, Henry Ford introdujo la producción en masa de automóviles, y con ello, las ciudades comenzaron a diseñarse para los coches, dejando de lado a las personas (García Vázquez, 2016).

Sin embargo, la mejor manera de conocer y disfrutar una ciudad sigue siendo caminarla (Jacobs, 2011). Pero ¿son nuestras ciudades caminables e incluyentes? En nombre del "desarrollo", muchas veces hemos olvidado a quienes transitan a pie, en bicicleta o en transporte público. Las urbes más atractivas y funcionales son aquellas que priorizan la movilidad no motorizada y garantizan accesibilidad para todos, sin importar género, edad o condición física.

Un claro ejemplo de exclusión en el diseño urbano se dio recientemente en la remodelación de una avenida en Saltillo, con una inversión de 58 millones de pesos (Estrada, 2024). ¿Los beneficiados? Los automovilistas. ¿Los excluidos? Peatones, ciclistas y personas con movilidad reducida.

Un experimento sobre ruedas

Para evidenciar estas problemáticas, un grupo de estudiantes de arquitectura en Saltillo decidió ponerse en los “zapatos” —o más bien en las “ruedas”— de quienes enfrentan barreras urbanas diariamente. Inspirados en la teoría de la acupuntura urbana (Lerner, 2004), analizaron un tramo de la Avenida Venustiano Carranza, donde se encuentra un importante hospital privado. La situación que descubrieron fue alarmante:

Ausencia de banquetas, lo que impide caminar con seguridad y hace imposible la movilidad en silla de ruedas.

Parada de autobús sin accesibilidad, ubicada sobre un escalón rodeado de piedras y tierra, sin señalización de rutas ni horarios.

Cruces peatonales inseguros, obligando a los transeúntes a jugarse la vida o a usar un puente peatonal inaccesible, con escalones y pendientes peligrosas.

Falta de mobiliario urbano, como bancas, botes de basura, iluminación, arborización y señalización en Braille o guías podotáctiles.

Conclusión: La movilidad incluyente no es una opción, es un derecho

Las ciudades deben garantizar que todos sus habitantes puedan desplazarse con seguridad y dignidad. Un urbanismo incluyente no solo beneficia a quienes tienen discapacidad o movilidad reducida; en realidad, mejora la calidad de vida de toda la población.

El reto no es menor: necesitamos transformar nuestras calles en espacios accesibles, diseñados para las personas y no solo para los automóviles. La movilidad sobre ruedas no es solo para coches, también lo es para bicicletas, sillas de ruedas y carriolas. La pregunta es: ¿seguiremos construyendo ciudades excluyentes o apostaremos por un futuro donde todos puedan moverse con libertad?

Es hora de caminar y rodar seguros, con un urbanismo verdaderamente incluyente.

Referencias bibliográficas

Estrada, C. (19 de junio de 2024). Arranca renovación de V. Carranza con una inversión de $58 millones. Obtenido de Zócalo: https://www.zocalo.com.mx/arranca-renovacion-del-v-carranza-con-una-inversion-de-58-millones/

García Vázquez, C. (2016). Teorías e historia de la ciudades contemporáneas. Barcelona: Gustavo Gili.

Gehl, J. (2016). Ciudades para la gente. Buenos Aires : ONU Habitat Ediciones Infinito.

Jacobs, J. (2011). Muerte y Vida de las grandes ciudades. España: Colección entre líneas Capitan Swing Libros.

Lerner, J. (2004). Acupuntura Urbana. Barcelona: IAAC Instituto Avanzado de Arquitectura Cataluña.

Es Coordinadora de Urbanismo y Perspectiva de Género de la Representación Estatal den Coahuila, de la Asociación Mexicana de Urbanistas

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