A menos de nueve meses para los comicios en Estados Unidos, la campaña de reelección de Joe Biden sigue enfrentando retos considerables. La recuperación de la economía estadounidense tras la pandemia es la envidia del mundo, pero muchos votantes -a pesar de cifras recientes de empleo al alza, inflación a la baja y una economía que crece, impulsada sobre todo por el hecho de que en los últimos dos meses los consumidores han abierto sus carteras y empezado a gastar de nuevo- siguen pesimistas. Mientras tanto, los intentos por adoptar una línea firme con Israel y negociar medidas de control fronterizo con los Republicanos no han hecho nada para frenar las fuertes críticas de votantes jóvenes y de sectores progresistas de su partido, y las dudas y cuestionamientos sobre su edad volvieron a resurgir esta semana cuando Biden confundió al presidente de Egipto con el de México. Ante una narrativa in crescendo de analistas y estrategas políticos que postulan que son las “vibras” del electorado, más que las políticas públicas, las que influirán en el resultado este año, las miradas en semanas recientes han volteado a ver a la megaestrella del pop mundial, Taylor Swift.
La especulación en torno a si la cantante decanta o no la elección apoyando públicamente a Biden o si su campaña debiera cortejarla se basa en datos duros evidentes. El ascendiente de Swift en la cultura popular es indiscutible: tiene 279 millones de seguidores en Instagram y fue nombrada Persona del Año en 2023 por la revista Time. Swift viene además de una gira tan exitosa que tuvo un impacto notable en la economía estadounidense. Se calcula que logró una recaudación bruta de $2.2 mil millones de dólares sólo en ventas de boletos en Estados Unidos y se prevé que el Eras Tour genere cerca de $5 mil millones de dólares en gasto de los consumidores en el país. Pero en términos políticos, lo más notable fue cuando el año pasado instó a sus seguidores a registrarse para votar y provocó un aumento de más de 65,000 nuevos electores en un mes.
Ello explica por qué la derecha talibana y conspiranoica en EE.UU, empezando por el propio Trump, están desquiciados con la cantante, sobre todo a raíz de que el equipo de Kansas asegurara su pase a la final del Super Tazón el domingo. La megalomanía del ex presidente y las teorías del compló de sus sicofantes postulan que Swift, en razón de sus raíces en la música country, es una traidora a sus orígenes y agente secreta del Pentágono como parte de una operación psicológica, preparando a su base de seguidores -y a los espectadores del futbol americano- para respaldar la reelección de Biden. Ello, aunado a los anuncios publicitarios de su novio y jugador de Kansas, Travis Kelce, promocionando la vacuna contra el Covid y a la cerveza Bud Light (que ya de por sí era blanco de la indignación de la derecha por spots en redes sociales con un influencer transgénero), agregaron más leña a ese fuego salvaje de conjuras. El que para rematar Kansas ahora sea campeón los tiene fuera de sus casillas.
¿Qué pasaría si Swift efectivamente llegase a respaldar a Biden? El apoyo de celebridades en campañas presidenciales en EE.UU tradicionalmente no ha tenido mucho impacto cuando se trata de cambiar la opinión de los votantes. Las posturas políticas de la mayoría de los electores suelen estar ya forjadas de manera previa e independiente a sus afectos o desafectos por celebridades. Sí; un estudio de 2008 sobre el impacto del respaldo de Oprah Winfrey a Barack Obama en las primarias Demócratas ese año encontró que cerca de 1 millón de votos se decantaron por él en lugar de Hillary Clinton. Pero una primaria es una bestia muy diferente a una elección presidencial, sobre todo una muy reñida con un electorado profundamente tribalizado. Y algunos análisis sugieren que el respaldo de una celebridad importante podría incluso tener efectos polarizadores.
Si bien Swift no expresa abiertamente sus opiniones políticas desde el escenario, en entrevistas y redes sociales denuncia el racismo y se ha convertido en defensora de la comunidad LGBTQ. En 2020 respaldó a candidatos Demócratas y apoyó a Biden, pero eso no siempre se ha traducido en éxito. Favoreció al candidato Demócrata que se postuló por Tennessee al Senado en 2018, pero perdió ante la titular de ese escaño, una Republicana trumpiana, aunque ello quizá se deba más al estatus profundamente Republicano y conservador del estado que al factor Swift. Aun así, ella podría pedir el voto a favor de Biden, de manera directa o indirecta, o volver a instar a sus fans a que salgan a votar, elevando la participación de jóvenes y con ello mover la aguja, no tanto entre Republicanos (que adulan a Trump) pero sí entre votantes indecisos o independientes, tal vez marcando una diferencia clave en una elección que se espera sea reñida y cerrada.
Por ello no es de extrañar la furia de órdago de la derecha por la influencia de Swift. En EE.UU, las noticias por cable llegan a entre 4 y 10 millones de personas por noche, mientras que el streaming de Swift le llega a 100 millones, y ella se vincula con decenas de millones más a través de sus redes sociales. Su base de seguidores incluye a muchos que acudirán a las urnas por primera vez en noviembre, un grupo demográfico clave para las aspiraciones de reelección de Biden. Una encuesta nacional de la cadena NBC levantada en diciembre encontró que el 50 por ciento de los votantes registrados dijeron que tenían una opinión positiva de Swift, contra 16 por ciento que tenían una opinión negativa. Swift además tuvo el índice de favorabilidad neta más alto en comparación con otras figuras públicas, incluyendo a Biden, Kamala Harris, Trump, Ron DeSantis y Nikki Haley. El 53 por ciento de los Demócratas dijeron que ven a Swift de manera positiva en comparación con 28 por ciento de los Republicanos que respondieron lo mismo. Otra encuesta realizada para Newsweek encontró que el 18 por ciento de los votantes dicen que “se inclinan más” o “significativamente más” a votar por un candidato respaldado por Swift. Según datos de una encuesta reciente de Morning Consult, su base de fans más acérrimos, los llamados Swifties, incluye a votantes bisagra: en su gran mayoría menores de 40 años, tanto Demócratas como Republicanos, personas con ingresos altos y bajos de todas las etnias y concentrado en los suburbios donde ahora se ganan o pierden las elecciones estadounidenses.
Swift aún no ha respaldado a ningún candidato para las elecciones de 2024, pero los trumpistas y sus aliados ya le han declarado “guerra santa” a la cantante, dando por sentado que eventualmente respaldará a Biden. Y algunos exégetas del ex presidente consideran que el que ella esté firmemente de un lado de la guerra cultural que consume a la sociedad estadounidense en este momento podría generarle a Biden réditos decrecientes e incluso anticuerpos en demográficos moderados clave para los comicios en noviembre. Pero demonizar a Swift también es una estrategia arriesgada para los Republicanos, cuyos reiterados esfuerzos por avivar la ira en torno a temas sociales corren el riesgo de alejar y alienar a los votantes moderados, tal y como lo han hecho las posturas de la extrema derecha con el tema del aborto, quizá el tema kriptonita más importante para el GOP y Trump camino a las urnas.
Veremos lo que haga en su momento Swift, pero más allá de su efecto directo sobre la intención del voto, a lo mejor es más bien su impacto indirecto en la economía y el consumo en EE.UU, un especie de “Swiftonomics”, lo que al final del día podría llegar a ser más trascendente que la promoción de los logros económicos del propio presidente, su llamado “Bidenomics”, proyectando justo a tiempo para el 5 de noviembre una percepción más generalizada de una economía al alza. Y eso, amén de que Swift lo apoye abiertamente o no, podría marcar la diferencia para Biden.
Consultor intenacional, diplomático de carrera durante 23 años y embajador de México