En tiempos de contingencia sanitaria como los que estamos viviendo, el principal reto de toda cadena de suministro, de cualquier producto o industria, es empatar la oferta con la demanda. Por supuesto, no hay una estrategia única. Cada cadena debe buscar la forma de coordinarse para lograr este propósito, y de ahí la importancia de una buena gestión.

La pandemia del Covid-19 se está convirtiendo, posiblemente, en la mayor crisis que la humanidad ha enfrentado desde la segunda guerra mundial. En pocos días, en todos los países afectados el contexto social y económico se ha alterado de manera dramática.

El sector de servicios es uno de los más afectados. Pequeños y grandes negocios, donde el componente humano es de gran importancia, se encuentran operando al límite o se han visto obligados a suspender actividades. Por otro lado, millones de trabajadores moviéndose en la economía informal, empiezan a sufrir las consecuencias de la paralización económica.

El golpe es, quizá, menos pronunciado para aquellas empresas que tienen un nivel mayor de digitalización en su operación (e.g. fintechs, empresas de comercio electrónico, etc.). No obstante, ante la dependencia que tienen de terceros como sus clientes o proveedores, el impacto terminará llegando de alguna forma u otra.

En el caso del sector de bienes de consumo, las cadenas de valor relacionados con productos de primera necesidad (alimentos, medicinas, etc.) serán aquellas que vean un menor impacto en sus ventas, aunque no así en su operación. Cuando se trata de productos básicos, tales como leche, pan, pasta, abarrotes, etc., las empresas suelen enfrentar una demanda relativamente estable a lo largo del año. En estos casos, las empresas participantes en la cadena buscan coordinarse y hasta integrarse verticalmente, con estrategias de producción basadas en lotes grandes de producción, previendo una máxima utilización de los activos (plantas y equipos) involucrados en tales tareas. Si existe una buena coordinación, podremos encontrar niveles de inventario relativamente bajo en prácticamente todos los puntos de la cadena, así como operaciones eficientes.

El problema está cuando la demanda empieza a cambiar repentinamente y la coordinación empieza a perderse. Por ejemplo, por la demanda inédita de productos de limpieza y de alimentación que hemos observado en los últimos días a consecuencia de la pandemia del Covid-19. En una contingencia como la actual, lo esperable es que a una cadena de suministro que no está preparada para ser flexible o adaptable a cambios súbitos en la demanda le tome un tiempo mayor el reabastecimiento.

Algunas cadenas de supermercado, por ejemplo, han reaccionado limitando la cantidad de artículos que un cliente puede comprar. Lo anterior, por supuesto, ayuda a que haya una mayor disponibilidad de estos artículos, evitando especulación o acaparamiento de producto por parte de unos cuantos, pero también ayuda a liberar presión de producción o fabricación en la cadena de suministro.

Si bien es una medida que parece necesaria, también es cierto que a determinados perfiles de clientes (e.g. familias numerosas, negocios, etc.) los obligará a visitar con mayor frecuencia estos establecimientos aumentando el riesgo de contagio, o bien, buscar otras alternativas. Lo ideal en este tipo de situaciones es que hagamos un llamado al consumo responsable, evitando las llamadas compras de pánico. Si queremos mitigar el impacto sanitario y económico, es responsabilidad de todos acatar las recomendaciones y cuidados emitidos por los expertos, pero al mismo tiempo, buscar que nuestro consumo sea similar al que hacemos en condiciones normales.

Profesor del área de Dirección de Operaciones y director del IPADE Auto Summit

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