Es muy probable que en los últimos meses haya escuchado términos como metaversos, non-fungible-tokens (NFTs, por sus siglas en inglés), criptomonedas, organizaciones autónomas descentralizadas (DAO, por sus siglas en inglés), aplicaciones descentralizadas o Dapp, finanzas descentralizadas o DeFi y, un largo etcétera. Es muy probable también, que a pesar de la frecuencia con la que aparecen en la prensa, estos términos aún permanecen desconocidos y difíciles de entender. Bienvenido al maravilloso y extraño mundo de la Web3.
Web3 es, para muchos, el futuro de internet. Para otros, un intento vago, costoso y poco fructífero de democratizar internet. Lo cierto es que el tema ocasiona polémica y nos obliga a entenderlo e intentar dimensionar las implicaciones que pudieran presentarse para la industria a la que pertenecemos.
Web3 podría definirse como una nueva arquitectura de internet basada en cadenas de bloques, una especie de extensión de las llamadas criptomonedas. Entonces, ¿por qué el nombre de Web3?, ¿hubo antes algo conocido como Web1 o Web2? Muchos expertos así lo plantean: Web1 podría referirse a los primeros años de internet (inicios de los 90) donde solo se podía consultar o visualizar información, pero con un bajo grado de interacción (si usted tiene más de 40 años lo recuerda muy bien). Web2 es considerada como la siguiente gran fase, donde podíamos interactuar, enviar información, editar, etc. Es la etapa que actualmente vivimos, donde generamos una gran cantidad de información que solemos guardar, concentrar en servidores, centros de datos que están bajo el control de unos cuantos. Podemos aquí hablar de redes sociales, servicios financieros, comercio electrónico, etc.
Web3 es una respuesta al mundo centralizado de Web2. Su propósito, según los partidarios de la tecnología, es democratizar el acceso y el uso de la información en internet y, por ello, es que la tecnología de cadenas de bloque juega un papel importantísimo para estructurar de forma distinta esta información. El problema, para los detractores, es que Web3 puede resultar poco práctico (la arquitectura de cadenas de bloques es compleja), es cara e ineficiente (el costo de guardar la información de forma distribuida puede ser más alto), no amigable con el medio ambiente (se requiere mucha energía para “minar” un bitcoin, por ejemplo) y sujeta a mucha especulación (lo que podemos ver hoy en día con las criptomonedas).
A pesar de lo anterior, el potencial que tiene la tecnología parece ser alto y esto nos obliga a no permanecer indiferentes. En los últimos meses hemos visto que muchas empresas empiezan a experimentar con Web3. Nike, Adidas y otras marcas, por ejemplo, han lanzado colecciones de arte digital a través de proyectos de NFTs en OpenSea. Otras han comenzado a comprar terrenos virtuales en metaversos, como Decentraland, para montar espacios virtuales de exhibición. Y muchos productos ya pueden ser adquiridos con Bitcoins o Ethers.
Pero ¿puede la Web3 llegar a una industria tan compleja y con un relativo bajo grado de digitalización como lo es la automotriz? Es posible que así sea. No nos extrañemos que, en un futuro no muy distante, veamos colecciones de NFTs acompañando lanzamientos de modelos de vehículos para una comunidad de seguidores de las marcas, o bien, que dichos lanzamientos se hagan en plataformas completamente digitales o en metaversos acompañados de experiencias virtuales.
No será extraño tampoco que el nuevo automóvil que compremos se complemente con un avatar o “skin” que pudiésemos utilizar para competir en carreras virtuales o desplazarnos en mundos virtuales, o que nuestro auto sirva también como una especie de “cripto-billetera” y que pueda pagar peajes, estacionamientos o servicios de lavado.
Nos encontramos en una etapa temprana de lo que podría ser una nueva arquitectura de internet. No está de más entender la tecnología y pensar qué beneficios puede traer a la empresa y la industria donde ésta compite.
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