Por Guillermo Chávez
Cuando se habla de Estonia como nación digital, es común centrarse en sus cifras impresionantes: el 99% de los servicios públicos están en línea, abrir una empresa toma 15 minutos, y su infraestructura de interoperabilidad, X-Road®, conecta de forma segura a todas las instituciones del Estado. Pero detrás de estos logros tecnológicos hay algo más profundo: un modelo de gobierno que entiende la tecnología como una vía para ampliar las libertades individuales.
El programa e-Residency de Estonia es prueba de ello. Se trata de una identidad digital emitida por el Estado estonio que permite a personas de cualquier parte del mundo abrir y operar una empresa dentro de la Unión Europea, sin necesidad de residir físicamente en el país. Desde su lanzamiento en 2014, más de 130 mil personas de más de 185 países han accedido a este sistema. Para muchas de ellas, ha significado mucho más que una solución logística: ha sido una herramienta para impulsar su autonomía, profesionalizar sus servicios y ampliar su presencia internacional.
En América Latina hemos visto freelancers, artistas, consultores y pequeños empresarios que —por diversas limitaciones legales, políticas o incluso geográficas— encontraron en Estonia una forma concreta de operar con libertad. No todos los emprendedores quieren escalar una empresa hasta convertirla en unicornio; muchos solo quieren trabajar dignamente, facturar sin intermediarios o desarrollar un proyecto sin miedo a que se lo impida la burocracia. Ahí radica la fuerza del programa: en su capacidad para ofrecer un espacio legal, seguro y accesible donde las ideas puedan crecer con confianza.
Yo mismo, hace algunos años, intenté seguir operando mi empresa mexicana mientras estudiaba en Europa. Pero las barreras administrativas, la imposibilidad de firmar digitalmente desde el extranjero y la desconexión entre instituciones me obligaron a cerrarla. Si hubiera tenido entonces acceso al modelo estonio, probablemente habría podido conservar años de esfuerzo. Esa experiencia me marcó profundamente, y es una de las razones por las que hoy trabajo en acercar este programa a más personas de habla hispana.
En un mundo donde las oportunidades muchas veces dependen del lugar de nacimiento, Estonia propone un modelo distinto. Su visión no se limita a lo tecnológico, sino que tiene una dimensión profundamente transformadora: que el Estado funcione como facilitador, que las fronteras administrativas se conviertan en puentes. Por eso venimos a México con la convicción de que la colaboración digital entre países no solo es posible, sino urgente.
Hoy más que nunca, necesitamos instituciones que estén al servicio de la vida cotidiana de las personas. Que reconozcan sus talentos, respeten su dignidad y les den herramientas reales para imaginar futuros posibles. En Estonia, creemos que eso empieza con algo tan sencillo —y a la vez tan revolucionario— como darle a una persona el derecho de operar libremente en el mundo. Y eso, en esencia, es lo que representa el e-Residency.
Jefe de Mercados en Español del Programa e-Residency de Estonia