El bombardeo de Estados Unidos a los sitios nucleares en Irán representa la manifestación más reciente de un estado de guerra generalizada en el mundo contemporáneo. La Tercera Guerra Mundial está en marcha. Afirmarlo esto podría parecer una exageración. Por ello, resulta necesario volver a los fundamentos básicos del conocimiento sobre el tema. Esencialmente, una guerra mundial puede definirse como un conflicto generalizado en el que potencias de distintas regiones del mundo participan, con altos costos materiales y humanos como resultado, y donde se observan procesos interconectados o interdependientes.

En esta línea, puede apreciarse una preocupante tendencia hacia la escalada del conflicto en los últimos quince años: de guerras localizadas en (o entre) Estados periféricos y centradas en regiones específicas, se ha pasado a guerras proxy con la participación de potencias regionales y subregionales, y de ahí a una guerra mundial con presencia de potencias medias y globales.

Por ejemplo, en un primer momento de la guerra civil en Siria (2011-2024), los actores enfrentados eran, por un lado, el gobierno de Bashar al-Assad y, por otro, diversos grupos opositores. La situación escaló de protestas sociales y represión, a resistencia armada y estallido de la violencia. Posteriormente, potencias como Arabia Saudí, China, Estados Unidos, Israel, Irán, Turquía y Rusia comenzaron a involucrarse en el teatro sirio, lo que transformó el conflicto de una guerra focalizada a una guerra proxy.

Otro ejemplo es el caso de Yemen (2014-2025). Al inicio de la guerra civil, el conflicto se centraba principalmente entre los hutíes y el gobierno de Abdrabbuh Mansur Hadi –una pugna que, de hecho, había comenzado tiempo atrás. Con la escalada del conflicto y el estallido de la violencia, las potencias antes mencionadas volvieron a involucrarse. Otros casos en esta línea incluyen la participación de Egipto –que podría considerarse una potencia subregional– en la guerra civil de Sudán, o la de China en la guerra del Tigray en Etiopía.

La guerra mundial se manifestó con el enfrentamiento entre una potencia subregional y una regional: Ucrania y Rusia, respectivamente. Esto no solo supuso el choque entre dos países con grandes capacidades, sino que puso en evidencia el enfrentamiento entre dos cosmovisiones profundamente distintas: la del “orden mundial liberal” y la del “orden mundial multipolar”. Mientras el primero busca homologar el sistema internacional con base en valores únicos, el segundo apuesta por configurar un sistema que permita la coexistencia de valores diversos.

Así, además de ser resultado de errores en cálculos estratégicos, la guerra ruso-ucraniana significó también la confrontación entre dos órdenes mundiales impulsados por potencias distintas. En esta misma lógica se inscriben el conflicto entre Israel y Estados Unidos contra Irán, así como otros focos de tensión, como el del estrecho de Taiwán.

En consecuencia, la Tercera Guerra Mundial no es solo un aforismo pretencioso o alarmista. Es, ante todo, un reconocimiento de la gravedad del problema. Porque el primer paso para pensar la guerra es identificar que, efectivamente, nos encontramos en semejante situación. Por la presencia de armas nucleares, resulta difícil imaginar que la actual guerra mundial se desarrolle del mismo modo que la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, por el grado de destrucción material, por el altísimo costo en vidas humanas, por el carácter estructural y sistémico de los conflictos, y por la participación de las grandes potencias, parece que la política –como sentenció Clausewitz– ha dado paso, lamentablemente y una vez más, a la guerra.

El autor es profesor-investigador del Área de Política Internacional de la UAM-Xochimilco, integrante del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, y especialista en geopolítica. Contacto: .

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios