Por décadas, la amenaza del bloqueo del ha representado un escenario catastrófico de geopolítica internacional. Éste se volvió más tangible que nunca tras una resolución del parlamento iraní que aprueba el bloqueo en respuesta a los ataques a bases militares e instalaciones nucleares, además de bajas civiles, por parte de los gobiernos de Israel y Estados Unidos. La arriesgada apuesta de los mandatarios Benjamin Netanyahu y Donald Trump, justificada como acción preventiva ante el enriquecimiento nuclear de , ha colocado la seguridad energética internacional en el centro de la encrucijada.

Diariamente, 21 millones de barriles de petróleo, el 20% de la demanda global, circulan a través de los dos carriles de este cuello de botella de menos de 170 kilómetros de largo, y cuyo punto más angosto mide 33 kilómetros de ancho. Al estar ubicado en la conexión de las rutas petroleras del Golfo Pérsico, el Golfo de Omán y el Océano Índico, el Estrecho de Ormuz - apodado “la vena yugular del mundo” - está controlado al norte por Irán y al sur por Omán.

Un bloqueo iraní del estrecho involucraría el uso de minas submarinas en los carriles de transporte. Esto causaría graves daños y la ruptura de la cadena internacional de suministro energético, a falta de rutas alternativas para ese volumen de petróleo y sus derivados provenientes de Irak, Irán, Kuwait, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar. Aunque los destinatarios son principalmente China, India, Japón, Corea del Sur y Singapur, la interrupción del flujo comercial implicaría un severo aumento del precio internacional del crudo. Tras el primer ataque israelí, el precio aumentó en casi 10%, solo disminuyendo tras el reciente anuncio de Trump de un supuesto cese al fuego, evidenciando la volatilidad del mercado energético frente a estos escenarios.

La iniciativa de atacar a Irán en un momento de severa tensión regional, pese a no existir una provocación por parte de Teherán, apostó por la renuencia iraní de actuar en contra de sus propios intereses y una percibida debilidad del gobierno liderado por el ayatola Ali Khamenei. La exportación de petróleo iraní depende del Estrecho de Ormuz y el bloqueo perjudicaría una industria clave para el PIB del país. Esto explica por qué la amenaza de bloqueo no se ha materializado.

Aun así, a diferencia de crisis previas, la ofensiva súbita a Irán representa un giro estratégico inaudito en el marco del derecho internacional. Aunque por décadas se ha temido el enriquecimiento nuclear iraní, no hay evidencia de que Irán estuviera cercano a desarrollar un arma nuclear que representara una amenaza inminente.

Para Netanyahu, este conflicto pretende hacer valer su dominio militar en la región en un momento de fuerte crítica frente a los conflictos en distintos frentes y la severa crisis humanitaria en Gaza. Para Trump, es una oportunidad política de declarar victoria e intimidar a su principal rival geopolítico y principal aliado comercial de Irán: China.

Irán buscará la supervivencia del régimen frente a este contexto, por lo que no se podrán descartar eventuales medidas extremas como el bloqueo del Estrecho de Ormuz, incluso a pesar del costo infligido en su propia economía y legitimidad interna. Aún si un cese al fuego se implementa temporalmente, la revivida amenaza al Estrecho de Ormuz señala nuevamente la vulnerabilidad de los mercados frente a un accidente geográfico en una de las regiones más complejas.

*La autora es consultora de Geopolítica Estratégica y Manejo de Crisis, basada en Reino Unido

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