Por Felipe de Jesús González
En Vigilar y castigar, Foucault describe cómo las sociedades modernas adoptan modelos de control inspirados en el panóptico (el ojo que todo lo ve): una arquitectura carcelaria en la que un vigilante puede observar a todos sin ser visto. Esto genera auto-vigilancia, pues el sujeto nunca sabe cuándo está siendo observado.
Foucault también desarrolla el concepto de biopoder para describir el control que los Estados ejercen sobre los cuerpos y las poblaciones, a través de tecnologías de vigilancia, salud, censos, y regulación de la vida misma.
El poder no se ejerce solo con represión sino mediante la producción de saber: quien vigila, conoce. Y quien conoce, gobierna.
El gobierno de Claudia Sheinbaum impulsó una serie de reformas que, desde una perspectiva Foucaultiana, consolidan un régimen policiaco y de vigilancia, que es una forma de poder que actúa sobre los cuerpos y las conductas, mediante técnicas de vigilancia, normalización y control, generando sujetos útiles al Estado o a los sistemas sociales dominantes.
Ley de Seguridad Nacional y Ley de Inteligencia
Estas leyes permiten que el Estado investigue y clasifique amenazas a la seguridad nacional sin necesidad de intervención judicial, en muchos casos.
Estas facultades crean espacios de vigilancia institucionalizada que operan bajo el principio del panoptismo: los ciudadanos pueden estar siendo observados sin saberlo.
El sujeto se convierte en objeto de información constante; el Estado ya no castiga abiertamente, sino que vigila, clasifica y anticipa, como forma de control.
Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión
Incluye la geolocalización en tiempo real sin orden judicial y la retención de datos de comunicaciones (llamadas, mensajes, ubicación).
Se consolida así una forma de panoptismo digital: no es necesaria una celda o un carcelero, el teléfono móvil actúa como dispositivo disciplinario.
Se normaliza la vigilancia permanente sobre cuerpos móviles: el individuo se convierte en un “expediente vivo”.
El biopoder se aplica a través de telecomunicaciones que permiten gobernar por medio de información constante.
Ley en materia de desaparición forzada
La ley, aunque centrada en proteger derechos humanos, permite que las autoridades accedan a bases de datos, geolocalización y registros sin una supervisión clara, especialmente en casos de “personas no localizadas”.
Hay un doble filo: se justifica el uso de dispositivos de control para proteger, lo que Foucault llamaría la “moralización del poder”.
Se introduce una lógica de excepcionalidad permanente: si se presume un riesgo, se activa toda la maquinaria de vigilancia, lo que refuerza el estado de sospecha como norma.
Así, desde la óptica de Foucault, estas reformas reflejan el tránsito del poder soberano (que castiga) al poder disciplinario y biopolítico (que vigila, registra, interviene en la vida cotidiana).
La vigilancia se descentraliza y se tecnifica: no se necesita una autoridad visible para que el sujeto se sienta observado.
El ciudadano moderno es gobernado por algoritmos, bases de datos y dispositivos móviles: la tecnología se convierte en el nuevo panóptico.
Estas leyes ya fueron aprobadas en el Congreso de la Unión, no hay vuelta atrás, Corresponde ahora a la sociedad exigir mecanismos de transparencia y rendición de cuentas sobre quién vigila, por qué y con qué límites.
Promover una ética del uso de datos que limite el biopoder digital y revalorar los derechos individuales frente a una lógica estatal que normaliza la sospecha y el monitoreo.
“Donde hay poder —dice Foucault— hay resistencia”. ¿Habrá resistencia social en México?
Director de Comunicación Social GPPAN Senado
@Felipe0465