Por: María José García Castillejos

A propósito del 8 de marzo, conviene recordar que el día internacional de la mujer empezó a conmemorarse en 1975, después de casi un siglo de que por primera vez aparecieran movimientos sociales y políticos que se autodenominaran feministas. No obstante, exigir el reconocimiento de la libertad e igualdad de las mujeres ha sido una constante en la historia de la humanidad. Por siglos, muchas mujeres han condenado las estructuras de injusticia y violencia que limitan su desarrollo, aún sin llamarse feministas.

Este loable recorrido se expresa en diversas corrientes feministas que han encontrado su lugar en el ámbito académico, artístico, político, corporativo, cultural y social. Y si bien todos los movimientos feministas cuentan con notas diferenciadoras, muchas de ellas disonantes entre sí, les une la exigencia de que prevalezca la dignidad de las mujeres en los espacios públicos y privados. En la filosofía de Prudence Allen, encuentro una definición de feminismo consistente con la misión de todos estos grupos: “el pensamiento y la acción organizadas que tienen como meta la remoción de los obstáculos que impiden que las mujeres, en tanto mujeres, lleguen a ser lo que un ser humano o una persona realmente es y puede llegar a ser”.

¿Qué impedimentos deben ser vencidos y a dónde deben llegar las mujeres? Desde el jurista del siglo III, Ulpiano, sabemos que la justicia manda darle a cada quien lo que le corresponde. Ello no significa entregar a todos lo mismo a partir de un modelo, frecuentemente masculino, sino dar lo que merecen varones y mujeres en particular. De ahí que el reclamo por la justicia y la igualdad sea, más bien, un llamado a la equidad. Mirar a los movimientos feministas a través del lente de la equidad permitirá, entre otras cosas, atender las necesidades, contextos e intereses de diferentes mujeres:

A las mujeres que se han dedicado a cuidar a otras personas durante toda su vida les corresponde la seguridad de que también serán cuidadas en un ambiente sano y seguro cuando lo requieran. Las madres, abuelas, tías y vecinas que se desempeñaron como enfermeras, cocineras y maestras sin goce de sueldo merecen políticas públicas que fomenten las labores de cuidado, protejan el trabajo del hogar y no privilegien el poder económico, únicamente.

A las mujeres de minorías en desventaja, como aquellas que migran para subsistir o pertenecen a un grupo étnico, les corresponden las mismas oportunidades en materia de educación y desarrollo. Las mujeres que son víctimas de una profunda desigualdad social, requieren de condiciones que mitiguen su vulnerabilidad y anulen las prácticas discriminatorias.

A las mujeres profesionistas les corresponde tener las mismas oportunidades laborales que los varones sin afectar su retribución económica ni condicionar su contratación a no tener hijos, a sabiendas de que la eficacia y el éxito no se oponen a la maternidad.

Estos reclamos de equidad son sólo algunos ejemplos de los diferentes escenarios a los que se enfrentan las mujeres y evidencian, sin lugar a dudas, que cualquier compromiso feminista será posible sólo si se considera que la naturaleza humana es relacional y social. Dicho de otra manera, todos los miembros de la humanidad se necesitan unos a otros para desarrollarse con igualdad y justicia. Lo genuinamente humano no es el aislamiento ni el individualismo, sino el reconocimiento de que la sociedad, desde su primera muestra en la familia, es indispensable para construir cualquier proyecto de vida. Así, las mujeres que cuidan necesitan ser cuidadas; las mujeres vulnerables están a merced de la solidaridad y la justicia distributiva de quienes les rodean; las mujeres profesionistas dependen de una red de apoyo que les permita oscilar entre lo doméstico y lo profesional sin contrariedades. Nos necesitamos unos a otros, independientemente del sexo o género.

La defensa de los derechos de las mujeres, pues, no debe ser bélica: no se trata de una confrontación entre diferentes movimientos feministas ni de varones contra mujeres, sino de llevar a cabo un esfuerzo colectivo, de armonización, pues sólo en comunidad se puede defender y preservar la dignidad de todas las mujeres.

Resaltar la naturaleza social de la humanidad es indispensable para alentar acciones afirmativas a favor de la libertad y la equidad de todas las mujeres. No se trata solamente de no hacer nada, sino de realmente hacer algo: cuidar, ayudar, proteger, remunerar, respetar, por mencionar algunas alternativas. Puesto que las personas son originalmente diversas, muchos serán los caminos, aunque sólo uno sea el destino: como dice Allen, que todas las mujeres lleguen a ser lo que un ser humano o una persona realmente es y puede llegar a ser.

Directora Preparatoria Panamericana Femenil y Académica UP

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios