La Tierra, explican los , se formó hace 4,600 millones de años. Los datos sobre la aparición de los primeros Homo sapiens varían: empezaron a poblarla entre 200 mil y 350 mil años. La diferencia en tiempo entre nuestra casa y nuestros primeros ancestros es abismal. La Tierra sigue girando. El ser humano sigue destruyendo.

La Tierra de ayer no es la de hoy: amén de los cambios relacionados con su propia naturaleza ha sido víctima de las actividades de nuestra especie. Los vínculos y la interdependencia entre ambos son absolutos. La pregunta de ayer y de mañana es cómo será la Tierra en los próximos años si no se detiene el cambio climático y las actividades sin freno de nuestros congéneres así como de las naciones ricas: mares, bosques, praderas marinas, agua, aire, glaciares, ríos, bosques, especies animales, insectos, plantas y un largo etcétera están amenazados por las imparables y nocivas actividades del Homo brutus.

No fue la serendipia responsable del término antropoceno. Fue y es nuestra especie la que orilló a los científicos a postular un nuevo periodo en la historia de la Tierra. Estudiosos de la humanidad y de la Tierra definen el antropoceno como el impacto global que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas terrestres, dañando el exquisito balance de nuestro planeta. No todos los grupos científicos están de acuerdo con el concepto antropoceno, acuñado en 2000 por Paul Crutzen, Premio Nobel de Química (yo sí estoy de acuerdo).

Junto con el debate sobre los términos apropiados para diagnosticar las enfermedades terráqueas, Ana De Luca (revista Nexos, febrero 12, 2024) reflexiona sobre el duelo climático, donde subraya: “Aunque hemos presenciado la pérdida de innumerables vidas, tanto humanas como de la naturaleza, aún tenemos la oportunidad de enfrentar y prevenir las amenazas más graves que se avecinan”. Renglones adelante escribe: “Nos encaminamos hacia una crisis que verá el aumento de varios metros del nivel del mar, la extinción de arrecifes tropicales, la transformación de vastas áreas del planeta convertidas en desiertos, ciudades costeras desaparecidas”. Antropoceno y duelo climático representan crudas realidades que se concatenan con otra serie de amenazas vigentes.

Comparto algunas de las observaciones del Foro Económico Mundial sobre Riesgos Globales 2024 que reunió a 1490 “expertos” de medios académicos, gobiernos, empresarios y representantes de la sociedad civil. Los “expertos” señalaron que para los dos próximos dos las amenazas, en orden decreciente serán: 1) la desinformación y mala información; 2) eventos climáticos extremos; 3) polarización social (como ha sucedido debido a las políticas de López Obrador); 4) inseguridad cibernética; 5) conflictos armados; 6) falta de oportunidades económicas; 7) inflación; 8) migraciones involuntarias; 9) crisis económicas, y 10) contaminación. La mayoría de los puntos señalados, si es que no todos —según la óptica desde donde se mire—, se vinculan con los cambios producidos por el ser humano en la Tierra. En “tiempos fake news” la desinformación y la mala información, con frecuencia utilizadas por creacionistas y personajes sinestros tipo Trump y Bolsonaro, son crudas realidades cuya suma contribuye a la destrucción de la Tierra.

¿El tiempo se acaba? El tiempo del universo es infinito. Los relojes de la Tierra y de la humanidad siguen transcurriendo. El problema vivo e inmediato es evidente: de no pararse la máquina humana que destruye, sin obviar los cambios propios de la naturaleza, la Tierra y la humanidad están en peligro. Nuestro tiempo, el de los Homo sapiens, podría acabarse

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