En una ocasión cite a mi admirado Thomas Szasz (Budapest, Hungría), (1920-2012): lo hago de nuevo. Profesor emérito de siquiatría en la Universidad de Syracuse, criticó las influencias negativas de la medicina moderna y fue gran adversario de la medicalización de la vida, esto es, buscar los caminos para enfermar a los sanos e inducirlos a tomar fármacos. Szasz profesó un profundo desprecio por la medicina moderna. Magistral es su resumen sobre la profesión: “Teocracia es la regla de Dios, democracia la regla de las mayorías y farmacracia la regla de la medicina y los doctores”.

Farmacracia, en itálicas, debería agregarse a los nuevos términos de la Real Academia de la Lengua Española. Szasz tiene razón: “incontables” galenos son súbditos de las farmacéuticas. Difícil competir contra su glamour. Imposible desbancarlos: después de la industria militar y el narcotráfico, las hacedoras de medicamentos ocupan el tercer lugar en capacidad económica. Algunas superan el PIB de naciones centroamericanas.

Además del cáncer farmacéutico, milita la neoplasia de las aseguradoras: “todo contra el paciente, nada a su favor” es el lema, por supuesto soterrado, de algunas compañías.

Al binomio previo agrego otro tumor, el de los abogados. Su presencia ha roto la relación entre médicos y enfermos. “Demandar y cobrar tanto como se pueda” es su motto. ¿Escrúpulos? Los escrúpulos son términos éticos, no de la mala praxis, no de los abogaduchos en busca de clientes enojados.

Sumemos: farmacéuticas, abogados y aseguradoras igual a trinomio maligno. Los doctores deberíamos alzarnos contra ese grupo. Dicho trinomio atenta contra la ética médica y la honestidad de los doctores. Ética médica es una materia desdeñada y la conciencia política de los galenos es escasa. Sería oportuno que floreciera el compromiso de denunciar los oscuros fines del trinomio señalado. La arrogancia es parte de su esqueleto. La salud es terreno fértil: la medicina privada es onerosa.

No existe el término preenfermos. Yo lo uso. Ampliar los límites de enfermedad es la meta de aseguradoras, abogados, farmacéuticas. Los sanos son el blanco de la medicina preventiva mal encaminada. Dicha práctica sepultará la relación médico paciente.

Ray Moynihan, autor interesado en temas de salud, publicó en Selling Sickness. How Drug Companies are Turning us all into patients (2005), su visión acerca de varias compañías. Moynihan: “Las farmacéuticas no escriben las definiciones de las enfermedades, muchos de los médicos que las transcriben lo hacen con bolígrafos que llevan el logotipo de un laboratorio. Hay demasiados doctores expertos muy próximos a esas compañías”.

Crear patologías requiere inteligencia, dinero y arrogancia. En mis tiempos libres, anoto enfermedades inexistentes. Fake news, fake diseases: todo cabe en el mundo contemporáneo. Las enfermedades falsas reditúan. Las personas decepcionadas con la medicina alopática siempre encontrarán un gran número de Fake Physicians. Es veraz: “un roto para un descosido”. Eyaculación precoz, paz vaginal, uñas cuarteadas, alopecia temprana, anorgasmia son algunos ejemplos.

Benjamín Franklin lo expresó años atrás: “El mejor médico es el que conoce la inutilidad de la mayor parte de los medicamentos”. ¿Qué diría hoy Franklin ante la proliferación de fármacos? Le daría la razón a quienes denuncian la invención de enfermedades. No es sencillo inventar enfermedades. Aunque las farmacéuticas no tienen cursos para adiestrar doctores, los atrapan con facilidad: las conferencias, fincadas en sus productos, son bien remuneradas.

Farmacracia es un gran término. Las Facultades de Medicina deberían vacunar a sus estudiantes para no ser súbditos de esa política.

Médico y escritor

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