Priorizar cuáles son las metas de la medicina es imposible e incluso absurdo: las diferencias económicas y sociales entre habitantes los inclinan a diversas opciones. Simple: no es lo mismo bregar por la supervivencia cotidiana que pensar en las posibilidades vivenciales de los próximos días. A vuelapluma, la primera meta es evitar sufrimiento. Cualquier ser humano coincidirá conmigo en encontrar, antes que nada, las vías para disminuir dolencias. No es válido, desde ninguna perspectiva, considerar el sufrimiento como una forma de pago a cualquier divinidad por haber sido engendrados.

En todos los rubros de la existencia las prioridades se han modificado: educación, cambio climático, inmigración forzosa, agua escasa, transportes y senilidad son ejemplos. Los cambios en medicina constituyen otra fuente de reflexión. Las metas de la medicina deben acoplarse a sus conquistas —biotecnología— como a sus mermas: distribución inequitativa, hambre, muertes tempranas, ausencia de vacunación siguiendo las estupideces de los creacionistas y del nefasto Secretario de Salud de EU, Robert F. Kennedy, Jr. colaborador indispensable de Trump y su tropa negacionista.

Son cuatro las metas originales de los fines de la medicina. Avanzado el siglo XXI, las releo e interpreto. Quienes no pueden ser curados por la complejidad de su mal, buscan, sin obviar algunas enfermedades actuales de la Tierra y de sus habitantes, alguna forma de ayuda. Destaco las diferencias entre las esperanzas de vida, las inimaginables distancias económicas, la necesidad de abandonar hogares con la intención de salvar la vida, la obligación de lidiar con políticos cancerosos y, como siempre, etcétera.

Prevenir muertes prematuras y promover acciones encaminadas a morir con dignidad. La prevención de muertes prematuras es una de las grandes prioridades de la medicina, tanto de la “de ayer” como “la de hoy”. Los alcances de la biotecnología tienen la posibilidad de evitar muertes en infantes por diarreas, en adultos por neumonías, en la sociedad por incendios y sequías producto del cambio climático, y en la población en general, por desnutrición. Aunado a la prevención, los médicos “modernos” tienen la tarea de ayudar a fenecer cuando la parca toque a la puerta y cuando ni la medicina, ni los profesionales cuenten con elementos para prolongar la vida con dignidad, en vez de favorecer muertes prolongadas, donde el sufrimiento rija el orden del día.

Cuidar a enfermos y atender a quienes no pueden ser curados. La entrega médica dedicada a cuidar, atender enfermos, decae con celeridad. No es el único ámbito en donde el arte de acompañar, magnífico universo, ha disminuido. Realidad maligna de la nueva era de la incomunicación. Ni la inteligencia artificial, ni las incontables plataformas modernas tienen la capacidad de tocar, conversar. Los enfermos requieren humanos a sus lados, no robots. Como siempre ha sucedido, quienes no pueden ser curados por la complejidad de su mal, buscan afecto, presencia. Esos atributos son humanos, no metálicos.

Alivio del dolor y sufrimiento causado por enfermedades. No hay dobles raseros: las principales obligaciones médicas son disminuir o eliminar el dolor. No hay juramento diseñado con dicho propósito, pero, las metas fundamentales de la profesión radican en disminuir las angustias de los enfermos. Acompañar, escuchar, son grandes vías. Usarlas adecuadamente merma las penas de la familia y del enfermo.

Prevención de la enfermedad y promoción de la salud. Los instrumentos creados por la biotecnología son numerosos. Buena parte tienen la capacidad de prevenir patologías y de mejorar la salud. El brete humano radica en distribuirlos apoyados en la justicia.

Se agotó el espacio. No las ideas. Volveré al tema.

Médico y escritor

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios