Roberto, Jaime, Dante, Diego, Uriel. Sus rostros.
Debido a la realidad y por honor los mexicanos no dejamos de sorprendernos. Los asesinatos, las formas de matar, las víctimas, los sitios, esto es todo México, las células malignas encargadas de asesinar, desmembrar, decapitar y todo lo que no imaginamos mientras acaban con la vida de rivales de otros grupos de narcotraficantes o de inocentes, cuya tragedia es ser mexicanos en un país donde liquidar es norma y la norma es normal y lo normal es no localizar a los asesinos. El gobierno ha normalizado la tragedia: ¿Cuántos asesinatos quedan impunes?, ¿cuántos asesinos, feminicidas, violadores, desaparecedores y tratantes de blanca son apresados? Las cifras varían. Pienso que cerca del cien por ciento no son castigados. ¿La razón de mi escepticismo? Si la justicia no encarcela a asesinos, los futuros criminales cuentan con certezas: sus fechorías no los llevarán a la celda.
Camus escribió sin saberlo sobre México. Tres días después de recibir el premio Nobel de Literatura (1957), durante una conferencia intitulada “El artista y su tiempo”, Camus le respondió a un estudiante que reclamaba para una Argelia sumida en luchas por su independencia, “En este momento se arrojan bombas contra los tranvías de Argel. Mi madre puede hallarse en uno de esos tranvías. Si eso es la justicia, prefiero a mi madre”. La desazón por los sucesos en su tierra natal era inmensa. De ahí su desdén e incredulidad por la justicia.
Camus escribió sin saberlo sobre México. Si bien mis cálculos sobre la impunidad deben ser erróneos, Impunidad Cero, organización civil, no siembra esperanza: aunque el porcentaje de la impunidad no ha crecido de manera significativa, el número absoluto de homicidios en la historia moderna de México sí ha aumentado. De acuerdo con Impunidad Cero, de cada 100 homicidios que se perpetraron entre 2016 y 2021, quedaron en impunidad 93. Corolario: los asesinatos en tiempos Morena son iguales que en tiempos del fugado Peña Nieto y de su columna vertebral el PRI, sin obviar la mediocridad de otro fugado, Felipe Calderón, cuya guerra contra el narcotráfico hundió al país. Tanto a Enrique Fox como a Felipe Peña y a Andrés Manuel Calderón, lapsus sin lapsus, tienen la obligación de ver las caras de sus hijos y compararlas con las de Uriel, Diego, Dante, Roberto y Jaime amén de leer unos datos sobre los crímenes del México contemporáneo, de los cuales, Enrique y Felipe en España son corresponsables. En los cuatro primeros días de agosto, de acuerdo a Héctor de Mauleón (EL UNIVERSAL, 22/08/2023) se cometieron en el país 286 asesinatos. Hubo 36 en Guanajuato, 25 en el EdoMéx, 19 en Michoacán, 17 en Baja California, 17 en Zacatecas. A los dos fugados agrego dos mexicanos expresidentes cuya “ética” los orilló a abandonar su Tierra; Zedillo y Salinas de Gortari. México como México.
Jaime, Roberto, Diego, Dante, Uriel. Sus rostros.
Los cinco jóvenes tenían entre 19 y 22 años. Habían acudido a la feria anual de Lagos de Moreno, una ciudad denominada pueblo mágico. He visto varias veces sus caras. Sin ser similares son idénticas a las de mis hijos. Sólo vi una fotografía: sus rostros golpeados y sus manos amarradas me rebasan. Lévinas decía, “el simple hecho de ver el rostro de otras personas nos hace responsables de ellos”. Dada la magnitud de la tragedia muy poco han espetado AMLO y su séquito. Dan náusea.
Dante, Roberto, Uriel, Jaime, Diego. El orden no importa. Todos, se dice, han muerto. Sus padres y familiares también. México fenece con ellos.