Tras la muerte de Yahya Sinwar y otros connotados líderes del casi heptágono formado por Gaza, Irán, Líbano, Israel, Yemen, Siria, Irán y Qatar, dirigentes extranjeros han expresado la oportunidad de encontrar la paz en esa región siempre convulsa y teñida de sangre, la inmensa mayoría de las veces de inocentes, sean israelíes, gazatíes, libaneses u otros.
La inutilidad de la guerra es patente. Su nuevo inicio data de octubre 2023, fecha en la cual los miembros de Hamas, adeptos a los dictados incuestionables de Sinwar, asesinaron con saña inimaginable a todos los israelíes posibles de ser asesinados y se llevaron consigo a todos los israelíes posibles de ser raptados. Mientras más corre el tiempo, tal y como sucede en otros conflictos actuales como el de Rusia y Ucrania, menor la oportunidad de llegar a un acuerdo, si no de paz, al menos de evitar más muertes.
La otrora democracia israelí es asunto del pasado. Netanyahu y la mayor parte de su cúpula se han encargado de sepultarla. No así “buena parte” de su sociedad, que sábado tras sábado, se manifiesta en contra de BIbi. Lo mismo sucede con miembros de la intelectualidad israelí, vivos o muertos, como A.B. Yehoshua, Etgar Keret, Amos Oz, Yuval Noah Harari y David Grossman, cuyas protestas contra la violencia en Gaza subrayan que la única solución es la creación de un Estado Palestino. No hay libre pensador en Israel que no comulgue con esa propuesta, ni fanático religioso que la secunde. La mayoría, creo, de los judíos ciudadanos de otras naciones también se inclinan por esa necesidad.
No sorprenden las nulas manifestaciones de la población anti Hamas. El miedo crónico y la sumisión, armas letales de Hamás contra la población oriunda, acalla todo disenso. No ha habido ni habrá manifestaciones de gazatíes versus Hamas: el sometimiento de la población es innegable. Sí sorprende en cambio la ausencia de voces de intelectuales palestinos o árabes en contra de la satrapía de los movimientos mencionados. Tras la muerte de Sinwar, algunos habitantes han expresado la esperanza de que Gaza empiece a rehacerse.
Rehacer Gaza requiere sumar elementos muy complejos: cese del apoyo de Irán y Qatar, interrupción de la agresión de los colonos judíos, devolución de los rehenes israelíes, en caso de que haya uno vivo, participación de países extranjeros, y esclarecimiento de los directivos de la Agencia de las Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Medio Oriente (UNRWA) acerca de su intervención o no en el conflicto —en la casa/túnel de lujo de Sinwar se encontraron costales de la Agencia—, votación en Israel acerca de la permanencia o no de Netanyahu, estudios sobre la población iraní, pobre y hambrienta, harta de la transferencia de dinero a Hamás y Hezbolá y cansada del trato despectivo y asesinato de mujeres que se rehúsan a seguir las leyes de la policía moral.
Cualquier persona interesada en el conflicto comprende la dificultad para resolverlo. El intríngulis es complejo, quizás imposible de resolver. Los terroristas deben deponer sus armas y modificar su constitución: Israel no desaparecerá del mapa; la oposición israelí necesita fortalecerse: Netanyahu debe rendir informes veraces; el pueblo iraní requiere apoyo para confrontar al régimen actual; Siria y Hezbolá deben abandonar Líbano; los países árabes y Occidente tienen que figurar; los colonos israelíes, apoyados por ministros supremacistas como Ben Gvir y Smotrich no tienen derecho a espetar sus nauseabundas ideas: “Gaza es parte de la tierra prometida”; “los judíos ocuparán Gaza y los árabes desaparecerán”.
Las muertes de miles de personas no sirven. Entre más muertos se acumulen más lejos estará cualquier esbozo de paz.
Médico y escritor