En la reciente contrarreforma de la Ley de Hidrocarburos, parte de la discusión se centra en que el Estado mexicano le dé mayor importancia a la inversión en energías renovables. Lo cierto es que en 2018 la producción y el consumo mundial de energía continuaron siendo monopolizados por el petróleo y sus derivados, de acuerdo con datos de la Secretaría de Energía.
En ese año la producción mundial de energéticos fue encabezada por la producción de petróleo crudo, con el 31% de participación, carbón y derivados 27%, gas natural 23%, renovables 14% y nucleoeléctrica 5%. Esta situación no ha cambiado significativamente desde hace mucho tiempo ya que los hidrocarburos son un pilar fundamental de riqueza de muchas naciones.
Por su parte, los petrolíferos con 41%, electricidad 20%, gas natural 16%, renovables 13% y carbono y sus derivados con 10%, monopolizaron el consumo mundial energético. Como se mencionó, se sigue dependiendo en 41% de los derivados del petróleo. Esto se explica en parte por el uso que le damos a las cosas.
Por ejemplo, vemos que en el mundo los sectores que más utilizan energía son el transporte, con el 29%, industria con 28%, residencial con 22% y otras con 12% y, mientras esta situación no cambie (ya sea por sus altos costos e impacto económico), las energías renovables difícilmente van a dar el salto de 13% que la sociedad espera para mejorar el medio ambiente a pesar de que se han hecho enormes esfuerzos en materia de acuerdos internacionales, legales, de inversión y de difusión de cultura ambiental en los últimos 50 años.
En el país esta situación no ha cambiado, sino por el contrario, es más grave. El consumo más alto lo concentra el transporte, con 43%, le sigue la industrial con 34%, el residencial y comercial con 20% y la actividad agropecuaria con 3%. Lo mismo sucede con la producción de hidrocarburos (petróleo y gas) ya que representan 83% de la producción nacional, las energías renovables 10.5% y carbón 3.6%.
Actualmente son siete los principales estados que concentran casi 50% del consumo energético nacional. Nuevo León, Guanajuato, Puebla, Ciudad de México, Jalisco, México y Veracruz. En este contexto, si el gobierno de la 4t busca una verdadera reforma energética que favorezca el medio ambiente, se tiene que empezar por un cambio en el uso del transporte público eficiente y limpio sobre todo en aquellos estados más poblados del país.
Enfocarse en la oferta o producción en estos momentos no ayuda mucho ya que impacta directamente en los ingresos de los concesionarios o particulares por lo que tiene que ser de manera gradual y selectiva.
Actualmente el sector energético en el país aporta aproximadamente 7% del PIB. Petróleo y gas contribuye con 4.7% y electricidad 2.3%. Dentro del sector eléctrico la generación de energía concentra 75% de la actividad económica, transmisión y distribución 12%, y suministro y comercialización 13%.
Desafortunadamente en los últimos años la producción de petróleo crudo y del gas ha venido a la baja a pesar de que su balance es superavitario. Por su parte, en la producción de energías secundarias como gas seco, gasolina, carbón, diesel, gas L.P. pasa todo lo contrario.
A escala internacional, desde 2016 el balance de los hidrocarburos es deficitario, ya que las importaciones se han incrementado y las exportaciones van a la baja. De hecho, la producción de energía primaria en los últimos 10 años ha caído 4%.
Asimismo, la intensidad energética que mide la cantidad de energía requerida para producir un peso del PIB desde 2004 también ha venido cayendo.
En síntesis, hay una crisis en el sector energético que se agudizó en sexenios anteriores y que se combina con el robo de combustible, la corrupción y la pésima administración que poco abona a la reconversión de energías limpias y sustentables.