Es el cachorro de la Transformación. Por sus venas corre la sangre del libertador que nos quitó a los mexicanos las cadenas del neoliberalismo y, solo por eso, Andy se lo merece todo: viajes, ropa de diseñador y uno que otro lujillo y pecadillo capitalista.
Ni modo que vacacione en Cuba, donde no hay electricidad ni comida, o que compre su ropa en Cuidado con el Perro o en el tianguis dominical de la Lagunilla, Andy viaja a Tokio y Andy viste Prada. Eso y más merece el hijo de quien sacó a México de la pobreza, la corrupción, la desigualdad y la inseguridad, por algo su padre es considerado el mejor presidente que ha tenido México.
Pero el muchacho no solo es el hijo de Andrés Manuel López Orador, él tiene sus méritos propios: es un próspero empresario chocolatero que sube como la espuma. Pero, además, en el terreno de la política es el número dos del partidazo que formó su señor padre, y en ese cargo, se ha echado a la espalda la tarea de afiliar a 10 millones de ciudadanos al padrón para que Morena siga en el poder por los siglos de los siglos, y quién sabe, quizá México podría tener otro Andrés Manuel presidente. Y si el hijo fuera solo la mitad de bueno que el padre, el país estaría en la ruta de convertirse en una potencia del mundo mundial.
Y sí, a su padre le bastaba solo un par de zapatos, que lo mismo iban a bodas que a partidos de beisbol, y le eran suficientes 200 pesos en la cartera y su Detente, pero Andy no es AMLO. Desde hace años mostró que sus outfits eran menos austeros que los de papá y acudía a los mítines, donde López Obrador le hablaba al pueblo de no adorar el dinero, con sus tenis Louis Vuitton que en ese entonces costaban más de mil dólares.
Su padre, ya como presidente, viajaba en un Jetta, pero el muchacho llegaba a Palacio Nacional en una Suburban blindada. Ni modo que en esta ciudad tan insegura él se trasladara en un auto compacto sin blindaje o en el Metro, y solo protegido con un Detente (una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, que su padre recomendaba usar a los mexicanos para protegerse hasta de pandemias).
La austeridad de AMLO, no tiene nada que ver con el estilo de vida de Andy y, además, ningún estatuto de Morena prohíbe que pueda haber padre pobre con hijo rico. A diferencia de su hermano José Ramón, donde su señora esposa tiene dinero y eso le permite vivir bien, Andy es el mero machuchón y él solito se paga sus viajes, y su shoping.
Algunos envidiosos critican el viaje al extranjero de Andy, pero en realidad debieran darse cuenta de que eso significa que su padre hizo un gran trabajo en la economía y las finanzas del país, pues dejó un superpeso fortachón, lo que permite a los mexicanos, incluidos sus hijos, que puedan viajar por el mundo, e incluso estudiar en el extranjero, respaldados por una moneda fuerte con la que cómodamente pueden pagar vuelos, hoteles, hacer compras, y hasta costear colegiaturas de universidades privadas en Europa.
Sin embargo, parece que, a algunos mexicanos, desde luego conservadores, ningún viaje de los morenistas les embona. Qué querían, que Andy pasara sus días de descanso en Veracruz, y que mientras descansaba en una hamaca lo secuestrara un grupo de hombres armados, o peor aún, que le fuera a dar un infarto, pues ya ve que en estos días la gente se está muriendo de infartos en ese estado, magistralmente gobernado por Rocío Nahle. O, quizá hubiesen querido que Andy viajara a Culiacán, donde la temporada de lluvia (de balazos) tiene ya un año y no para. O, que fuera a Venezuela, donde pese que a que hay un gobierno democrático y una economía boyante, muchos quieren huir de ese país. Sería una tontería querer entrar, cuando todos quieren salir.
Y en realidad, como lo dijo el plebeyo Gerardo Fernández Noroña, Tokio ni es tan caro. ¿Cuánto pudo gastar el buen Andy en ese viaje, entre boletos de avión, hospedaje, y algunas que otras compritas en las boutiques en el barrio de Ginza? ¿Un millón de pesos? ¿Dos millones de pesos? Y si así fuera, para eso ha trabajado toda su vida el muchacho.
Con toda la mala leche del mundo, los fifís que andan en Europa y Asía son quienes fotografían a los morenistas cuando se los encuentran y suben las fotos a las redes para intentar exhibirlos y decir que son unos fifís por visitar esos lugares, pero no, claro que no son morenistas fifís, son turistas del bienestar, turistas construyendo el futuro, demostrando que hoy en México la desigualdad se está terminando y que, por fin, el pueblo puede viajar y conocer lugares que antes estaban solo reservados para los ricos, los neoliberales, los corruptos, los engendros de García Luna, y otros demonios.
Hoy, los miembros de la Cuarta Trasformación pueden estar en un mitin en un pueblo alejado en la montaña de Guerrero y llenarse los zapatos de lodo, y mañana, estar en el barrio más elegante de Italia comprando un par de Ferragamo, sin dejar de ser pueblo, y sin dejar de pensar, ni por un minuto, que, por el bien de todos, primero los pobres.
Andy puede ir del Tren Maya, al Tren Bala, y tener toda la autoridad de seguir diciendo: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
ME CANSO GANSO
La violencia política en razón de turismo. – (Música triste de violines como fondo). “Nunca había sentido tanto acoso ahí”, dijo ayer el diputado Ricardo Monreal al referirse a las críticas que ha recibido por su reciente viaje a España. Don Ricardo, en su papel de víctima dice: “Quienes nos dedicamos al servicio público le quitamos a nuestros hijos, parejas y seres queridos, muchas horas, por la dedicación de nuestra actividad y responsabilidad. Nunca son resarcidas. Les quitamos calidad de vida, tiempo, y nunca se recuperan”. Y asegura que quienes lo critican buscan “desprestigiarlo” (¡más!). A ver si el diputado no acaba por acusar a algún periodista o medio de comunicación de violencia política en razón de turismo.
