Desde que surgieron las primeras amenazas del gobierno de López Obrador contra las instituciones que dieron forma a la transición democrática en México, miles de mexicanos salieron a las calles de todo el país convocados por una idea: defender todo aquello que después de muchos años de lucha puso a nuestro país, por primera vez, en condiciones de vivir una auténtica democracia que a pesar de sus defectos y problemas representaba un claro avance respecto del autoritarismo priista que gobernó durante décadas.

Todo esto se tradujo en primer lugar en defender al Instituto Nacional Electoral, el organismo responsable de garantizar que el voto ciudadano fuera respetado. A partir del color del logotipo del INE, miles de mexicanos con indumentaria rosa marcharon en diferentes oportunidades para demostrar su rechazo a la regresión política y al creciente autoritarismo del gobierno de Morena.

La Marea Rosa, como se la conoció, salió a las calles para impedir el desmantelamiento del órgano electoral que hizo posible la alternancia en el poder y la coexistencia pacífica, reglamentada, de un espectro muy amplio de fuerzas y corrientes políticas.  A pesar de haber sido beneficiarios del orden democrático alcanzado, López Obrador y su partido emprendieron una brutal embestida contra el INE, primero, y después contra todas las instituciones autónomas y el Poder Judicial.

Al cabo del sexenio obradorista y en los primeros meses del actual, México ha perdido su fisonomía democrática: las instituciones y órganos autónomos han sido tomados por incondicionales del régimen, asimilados a la estructura del gobierno o directamente destruidos. La reforma judicial en marcha, nos ha dejado sin los contrapesos republicanos previstos por la Constitución de 1917, hoy deformada por una servil y espuria mayoría de legisladores que consiguió imponerse mediante una ilegal sobrerrepresentación.

A pesar de que la percepción de las cosas está dominada por la propaganda oficialista y la ilusión que generan los apoyos directos manejados clientelarmente, los datos de la realidad muestran que México vive uno de los momentos más sombríos de su historia. Tenemos un país militarizado que, sin embargo,  no ha podido detener la violencia desbordada que diariamente golpea a las familias mexicanas en forma de robo, extorsión o cobrándose la vida de miles de personas; un país con un lamentable servicio público de salud sin presupuesto, atención y con un grave desabasto de medicamentos; un país con una escuela pública degradada en sus condiciones materiales y en la calidad y contenidos de la enseñanza; un país con un montón de proyectos faraónicos inútiles que han significado un enorme endeudamiento; un país que es visto en el mundo como uno donde campean la corrupción, la impunidad y los horrores propios de los narcogobiernos.

Por si fuera poco, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca vivimos un entorno internacional amenazante y complejo, que va a dificultar gravemente el pobre desempeño económico del país, minando aún más las oportunidades de empleo y vida digna para millones de mexicanos. El gobierno de Claudia Sheinbaum, que aspira a gobernar sin democracia, pero con un montón de promesas de inversión y crecimiento (sintetizadas en su quimérico Plan México), sigue al pie de la letra, día a día, un guión de mentiras que difícilmente serán creíbles para los mexicanos que estarán de regreso a nuestros país como deportados y para aquellos otros que empiezan a saber o ya saben que la farsa se está viniendo abajo.

El pasado miércoles Somos México presentó su solicitud de registro como partido político nacional ante el Instituto Nacional Electoral, organismo que de entrada –sin guardar las formas acerca de por quién está manejado–  le negó el uso de sus instalaciones para que diera a conocer su proyecto.  Sus dirigentes y bases saben de las dificultades que habrán de sortear para obtener su registro frente a un INE que ha sido tomado en buena medida por el partido en el poder.

El proyecto ciudadano que da fuerza a Somos México puede ser –y yo tengo confianza en que así será– una alternativa frente a los partidos de oposición carcomidos por la corrupción, los intereses de grupo y, sobre todo, desacreditados por haber cobijado la traición en sus filas antes, durante y después del pasado proceso electoral.

Somos México es la respuesta a un gobierno que ha violentado la división de poderes para regresar a un autoritarismo reforzado que ni siquiera el PRI tuvo jamás; pero es también la respuesta a la inseguridad asfixiante y a la indolencia de un gobierno frente a los enfermos sin medicinas. Somos México no es una, son todas las causas de una sociedad que desea paz, desarrollo y bienestar.

El camino de Somos México no será fácil, como tampoco lo será la recuperación de la democracia y la defensa de los derechos, la justicia y las libertades. Pero ya una vez, como Marea Rosa y Frente Cívico, fuimos convocados y marchamos por todas las calles y plazas del país. Lo volveremos a hacer siendo México.

@ArielGonzlez

FB:Ariel González Jiménez

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