A la vez que Claudia Sheinbaum le niega legitimidad a las protestas de distintos sectores de la sociedad, niega también, sistemáticamente, las causas que están en su origen. En la óptica oficial, quienes salieron a marchar el 15-N o a realizar los bloqueos carreteros de los últimos días, siguen una agenda política “de derecha” que busca dañar a su gobierno, puesto que la gran mayoría “del pueblo” la apoya y –como a todos nos debería constar– la gente en México “es muy feliz”.
Dos días después de la marcha del 15 de noviembre, la presidenta Sheinbaum se ufanaba en la conferencia mañanera de la fuerza que, según ella, la sostiene: “estamos fuertes con el pueblo, muy fuertes”. Y para ejemplificarlo, comentó: “En Campeche hubieran visto la gente, feliz con nosotros. En Palizada, que es un municipio que está más alejado, las mujeres, felices, algo hermosísimo. En Tabasco... Aquí salgo a la calle, la gente me saluda, voy por las carreteras. Ese es el verdadero México”.
Horas después de esa conferencia mañanera, precisamente en Palizada, Campeche, una de esas mujeres “felices”, ni más ni menos que la regidora Karina Díaz, era asesinada. La funcionaria morenista iba en su auto por las calles del “verdadero México”, cuando unos sicarios la balearon. Y 13 días antes, en la CDMX, en una de esas demostraciones de “aquí salgo a la calle, la gente me saluda”, un sujeto se pudo acercar a la primera mandataria sin problema y toquetearla.
Cuanto más se ocupa la señora presidenta de negar u ocultar la realidad, esta emerge abrupta o violentamente. Intentar refugiarse en su popularidad y en las pocas buenas noticias que para ella constituyen el conjunto de la “realidad”, negando todo aquello que la cuestione, no es un síntoma preocupante desde el punto de vista mental –como aseguran algunos de sus malquerientes más enconados– sino desde la perspectiva política. La presidenta no niega los hechos porque no los observe, sino porque ha decidido mentir sobre ellos.
Ahora bien, mentir no es extraño para muchos políticos, pero hacerlo permanentemente, como principio, sustento y fin de la comunicación oficial, es una práctica totalitaria. En el siglo pasado, nazis y comunistas hicieron de la mentira –y su vehículo, la propaganda– el fundamento cotidiano de su actuación pública. Hoy, sus herederos autoritarios de derecha e izquierda hacen funcionar sus maquinarias políticas del mismo modo, confiando en que la verdad es un puro cuento, una narrativa que ellos controlan; pero justamente por eso sería un grave error suponer que la verdad no les interesa. Les importa, y mucho, por eso pierden los estribos cuando la ven asomarse en cualquiera de los temas públicos.
A la clase política morenista, la verdad y los hechos le resultan absolutamente perjudiciales para el relato feliz y embaucador con que vienen gobernando desde hace siete años. Sin embargo, por otro lado, instalados ya en el autoritarismo que resulta de la destrucción de todas las instituciones que servían de contrapeso republicano, no les parece necesario ya guardar las formas frente a los jóvenes y muchos otros que se manifiestaron en el Zócalo el pasado 15-N. La legalidad, los derechos humanos y las libertades están quedando claramente en el pasado.
A la 4T le resulta fundamental que el país se sienta feliz a pesar de la impertinente realidad que asoma en todos los rubros. Debemos estar felices con un crecimiento económico que se acerca a cero este año; contentos con los 150 mil desaparecidos (que en octubre tuvo un récord histórico: mil 426); con el incremento de la extorsión y los asesinatos de alcaldes y líderes campesinos que la combaten; vaya, felices con el hecho de que ni siquiera el “triunfo” de una mexicana en el certamen Miss Universo esté libre de la infinita corrupción y el huachicol.
La administración, las políticas y planes de Morena tienen al país en franco retroceso. Su ineficacia en todos los terrenos es proverbial. Por sí mismo, todo esto es un motivo más que justificado para salir a la calle. No se necesita ser “de derecha” para hacerlo, ni ser miembro de la generación Z, ni suplantar a los jóvenes, ni mucho menos responder a una conspiración diseñada desde el extranjero, sino tener un poco de sensibilidad acerca del alarmante deterioro social, económico y político que vivimos. Con eso alcanza para desenmascarar la propaganda y la mentira.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez

