En el punto más alto de su popularidad –que creo ha llegado a su techo, a menos que prometa repartir gratis el Iphone 17 o algo por el estilo– y con todo el poder que amasa a través del Poder Legislativo y Judicial, así como de todos los órganos que solíamos llamar independientes; con la pleitesía de todos los gobernadores, incluidos los de oposición, con todo eso y más, el gobierno de Sheinbaum se encuentra en un momento sumamente delicado.
Podríamos decir que se halla, para decirlo coloquialmente, entre la espada y la pared; un límite donde todo la obliga a tomar decisiones que definitivamente preferiría no tomar. Pero no puede elegir no hacerlo: la realidad del narcotráfico, el huachicol y la infinita corrupción de su partido la han puesto en jaque.
Deslindemos: no fue la oposición, ni los gobiernos anteriores, ni el infame neoliberalismo, ni ninguna de sus bestias negras favoritas, los que han puesto la reputación de su gobierno contra las cuerdas; fueron sus propios compañeros “de lucha” y sus socios, pero sobre todo el oscuro legado de su jefe y mentor político, quienes más han vulnerado a su administración. Todo ello, es cierto, con un pequeño empujón de la Casa Blanca.
Si algún apunte le dejó López Obrador sobre cómo manejar la relación con Estados Unidos y concretamente con Trump, fue demasiado optimista. El segundo periodo presidencial del republicano le ha exigido mucho más a la “encantadora” presidenta que a su antecesor. La idea de que a Trump no le interesa si la democracia prevalece en México (que puede ser acertada en lo general, puesto que él también gusta de la autocracia), se confundió con la de que no le interesa nada de lo que sucede en nuestro país. Craso error.
Lamentablemente para Sheinbaum, una de las promesas de Trump a sus electores (acabar con el tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos) pasa por el desmantelamiento de las redes de narcotráfico en las que están involucrados de forma escandalosa su partido y algunos de los gobiernos “hermanos” de la región, como el de Nicolás Maduro, que tiene al parecer los días contados.
No abundaré aquí en las tramas criminales que mantienen en vilo al gobierno mexicano. Son francamente demasiadas. Un porcentaje mínimo de estas bastaría para hundir a cualquier gobierno europeo; un día común y corriente de los nuestros significaría una crisis de grandes proporciones casi en cualquier parte del mundo. Ni siquiera los países que admiran muchos morenistas (como China o Rusia) admitirían nuestros 130 mil desaparecidos, tíos almirantes que no saben lo que hacen sus sobrinos vicealmirantes y contraalmirantes, exgobernadores (que luego serían secretarios de gobernación) que no sabían que su secretario de seguridad era un hampón…
Nada más mientras escribo esto el Departamento del Tesoro de EU acaba de anunciar sanciones contra diversas empresas y personajes entre los que se encuentra Hilda Araceli Brown Figueredo, actual diputada por Morena en Baja California y exalcaldesa de Rosarito. El Departamento del Tesoro la señala como cómplice de un “operador político afiliado al Cártel de Sinaloa”, Candelario Árcega Aguirre, y de un “operador financiero de alto rango del Cártel de Sinaloa”, Jesús González Lomelí.
Desde luego, la señora Brown dice que todo es “absolutamente falso” y que seguramente son infundios por su trabajo en la 4T y (whatever that means) su “lucha contra la corrupción”. En suma, dice, es “objeto de una infamia que pretende desacreditarme”.
¿Qué dirá hoy o mañana la presidenta Sheinbaum si le preguntan por el tema? Obvio, que “se va a investigar” o, si amaneció muy proactiva, que “ya se está investigando”. ¿Cuántas “investigaciones” de este tipo están “en marcha desde que empezó la Cuarta Transformación”? ¿Cuántos detenidos hay? La aritmética de la impunidad es elemental, pero infalible.
Durante los seis años anteriores incluso la farsa de la “investigación” fue innecesaria, porque se prefería la mentira que decretaba que la corrupción y el huachicol, por ejemplo, se habían terminado. Ahora que desde el propio gobierno se reconoce que no es así, la farsa vuelve al escenario; es decir, las investigaciones “hasta las últimas consecuencias” o las que van a ir “tope donde tope” pero donde la señora presidenta no duda en poner a salvo de cualquier sospecha a su gran figura tutelar: “…lo que sí podemos decir es que el presidente López Obrador es un hombre íntegro, y eso lo sabe el pueblo de México…”
¿Le bastará con anteponer esa certeza frente a todas las cloacas abiertas? No lo creo, puesto que todos los grandes enredos de protección política al crimen organizado llevan a su partido, así como al expresidente y su ámbito familiar. Pero los costos de su decisión debe multiplicarlos (lo siento, sé que estas operaciones luego fastidian a las mentes científicas) por el resto de los años que estará en la presidencia, aunque con un exponente que desconocemos.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez






