Seriamente nadie puede decir que Morena y sus aliados hayan inventado la corrupción o la connivencia con el crimen organizado; ya existía, evidentemente, pero –y eso es lo que se ha demostrado en estos años– nunca llegó a los niveles actuales, donde todo lo que pasa por las manos del gobierno en materia de gasto se halla, para empezar, detrás de un grueso velo donde en todo caso sólo el gobierno puede revisarse a sí mismo (algo que, cuando sucede, nunca desde luego tiene mayores consecuencias).
Tener las manos libres y anulada la rendición de cuentas es el soporte esencial de un sistema corrupto que no parece conocer límites. Y en medio de este quebranto generalizado, incuantificable casi siempre, las cosas a cargo del gobierno, la infraestructura, los servicios, están quedando comprometidos incluso en su funcionamiento más básico.
Es decir, las infraestructuras, los servicios públicos, los organismos y programas estatales no relacionados con el “bienestar”, están colapsando directamente o viven una auténtica decadencia. Las líneas del Metro, como la 1, quedan cerradas durante años porque no se les dio mantenimiento; los hospitales no cuentan con aparatos de diagnóstico, instrumental, medicamentos, a veces ni siquiera tienen vendas o alcohol; muchas escuelas y oficinas se caen a pedazos, y los organismos que regulaban diversos asuntos se vienen abajo o incumplen su propósito por falta de presupuesto.
La austeridad que padecen, por cierto, es otra forma de corrupción con tinte más político, porque lo que está sucediendo es que además de disponer de los recursos para sostener sus “franciscanos” modus vivendi (multitud de propiedades, negocios, viajes, lujos, ellos, “luchadores sociales” que hace unos años declaraban no tener nada) se desvían enormes recursos –originalmente destinados a otras áreas– para el mantenimiento de los programas sociales-clientelares del gobierno morenista o su proyecto partidista, que es lo mismo.
Su deterioro nos es cobrado a todos –sobre todo a los más pobres– de distintas formas, pero hay una que revela toda la gravedad de lo que se está viviendo: el regreso de enfermedades y plagas que hacía años habíamos abatido o dejado atrás. Aquí les dejo unos ejemplos perfectamente documentados:
Debido a que la vacunación infantil sufrió el sexenio anterior una caída sin precedentes, llevamos unos 50 bebés fallecidos por tosferina. De acuerdo con una nota de Animal Político (12 de mayo, 2025) “a partir de 2022, el presupuesto ejercido por el programa de vacunación disminuyó paulatinamente. En 2021, se gastaron 8 millones 677 mil pesos en este programa, lo cual representa el mayor monto ejercido en los últimos siete años. Sin embargo, el gasto cayó a 4 millones 723 mil pesos en 2024, de acuerdo con datos de la Cuenta Pública”.
Algo semejante ocurre con el sarampión, del que ya no sabíamos nada: a comienzos de mayo había más de mil casos confirmados en 13 estados del país, la cifra más elevada desde desde 2008. Es decir, también el esquema de vacunación de los niños resultó afectado por esa lógica de quitarle recursos a todo, incluso lo prioritario, para sostener los programas sociales (que incluyen por lo visto los “pequeños” lujos de la casta morenista).
El gusano barrenador, que ya ha provocado el cierre de la frontera norte al ganado mexicano, estaba erradicado al despuntar la década de los 90. Ahora vuelve porque la infinita corrupción de nuestras autoridades dejó que el contrabando de ganado desde Centroamérica creciera, al punto de que sólo uno por ciento de las más de 600 mil cabezas de ganado que entran por la frontera sur a México lo hacen formalmente.
Por si esto fuera poco, los controles fronterizos se relajaron y la única planta en Chiapas para producir moscas estériles (esencial para erradicar la plaga) fue cerrada y luego el gobierno de López Obrtador ralizó un gasto multimillonario en otra, pero nunca abrió. ¿Alguien rindió cuentas? Por supuesto que no. Mientras tanto, el país pierde diariamente 11.4 millones de dólares por concepto de exportaciones de ganado.
Y así podemos seguir ejemplificando cómo el viaje al pasado que nos ofrece la Cuarta Transformación incluye no sólo la destrucción de la vida democrática, el Poder Judicial y la transparencia, sino el regreso de enfermedades y plagas de otra época. Todo sea para que el verdadero gusano barrenador, la corrupción, prevalezca.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez