En su afán por hacer historia, Morena ha conseguido hacer una sólida aportación a la historia universal de las elecciones más absurdas: los comicios judiciales del próximo domingo. Se trata, para propios y extraños, de un proceso insólito que en nombre de la democracia pondrá fin al Poder Judicial tal y como lo conocemos, para instaurar en su lugar a una masa de más de tres mil empleados –perdón, funcionarios, ministros, magistrados y jueces– que responderán al partido en el poder, a los caciques locales e incluso al crimen organizado (no importa en qué orden porque en muchos lugares suelen ser una y la misma cosa).

Para realizar este ejercicio con el que nuestra señora presidenta supone que ganaremos la admiración y respeto de todo el orbe, el ciudadano que acuda a las urnas habrá de cruzar entre seis y diez boletas, dependiendo del estado en el que viva, porque en 13 entidades se elegirán 39 cargos y en las otras 19 serán 53. Para elegir a estos miles de candidatos, el INE, sabedor de las limitaciones nemotécnicas del electorado, hubo de aceptar que cada ciudadano lleve su “acordeón”, por aquello de que se le pueda olvidar el nombre de alguno de los numerosos personajes a los que no conoce pero a los que (confía el INE) otorgará su voto “razonado e informado”. (La misma idea del “acordeón” nos recuerda una fraudulenta práctica escolar para sortear los exámenes).

Tan solo la maraña nominal que contiene cada boleta electoral, ya podría calificarse como caótica y absurda, pero si consideramos que además no habrá sábanas de resultados en el exterior de las casillas, con lo que no sabremos quién ganó por lo menos en el lugar en el que votamos, puesto que los votos serán contados lentamente, durante días, en las oficinas del INE, y que no se destruirán las boletas sobrantes, como solía hacer el INE desde hace ya muchos años, en previsión de que pudieran volver a aquellas prácticas nefastas como el relleno de urnas, estamos ante lo que con toda razón Christine Murray, del Financial Times, denominó “un experimento kafkiano”.

Me llamó la atención que al mismo tiempo que esta corresponsal británica traía a cuento al autor de La metamorfosis, el senador morenista Ricardo Monreal publicaba un artículo en el que citaba a Kafka –justamente una cita de El proceso– para exaltarla, en su opinión, justiciera elección judicial y llamar a participar en esta (“Justicia”, El Universal, 26-V-2025).

¿Cómo se llama cuando alguien que ha tenido una responsabilidad decisiva en “un experimento kafkiano” juega, como si nada, con citar a Kafka para justificar precisamente dicho experimento? Me queda claro que el asunto sigue siendo kafkiano, pero en un grado superlativo que quizá justifique aquel lugar común de que “si Kafka hubiera nacido en México, sería un escritor costumbrista.”

Esta manida frase, según Gabriel Zaid, es de Alejandro Palma Argüelles, primer director del Canal 13. También por esos años (los 70), de acuerdo con su propio testimonio, Zaid habló de Kafkatlán a colación de una paradoja: «el número y la calidad de los técnicos en el gobierno había llegado a un máximo histórico con el presidente Echeverría, al mismo tiempo que la cantidad de tonterías. Y que hasta ellos estaban frustrados en “procesos que les parecen a ratos kafkianos y a ratos folklóricos, de donde han sacado el nombre de Kafkatlán para el mundo en que se mueven”».

La llamada Cuarta Transformación ha hecho posible que nos volvamos a mover en ese mundo donde lo absurdo siempre se ve completado por lo ridículo. Todo es posible en Kafkatlán, hasta salir a elegir a miles de desconocidos (más un trío de señoras, aspirantes a ministras, famosas por ser impresentables) para que sean los que nos condenen.

Ariel González

@ArielGonzlez

FB: Ariel González Jiménez

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