Nadie debería jactarse por anticipar lo que era estrictamente previsible: el último año de gobierno de López Obrador será –ya está siendo– como se esperaba, con más violencia, más escandalos de corrupción, más cerrazón y la inquebrantable determinación del poder presidencial de tomar y aniquilar los organismos autónomos y destruir el precario contrapeso que todavía representa (al menos en parte) el Legislativo y el Poder Judicial.
Sólo la increíble capacidad apologética de un puñado de caricaturistas y “periodistas” habilitados en el oficio de la lisonja por la misma Presidencia de la República, insiste en ocultar el desastre en marcha. Pero los acontecimientos se empiezan a precipitar de tal forma que se hace muy difícil negarlos.
Pueblos, regiones y estados enteros del país padecen, como nunca, la presencia del crimen organizado; los asesinatos, secuestros y extorsiones van al alza; los llamados de auxilio de los pobladores no encuentran otra respuesta que la de los propios delincuentes, que aumentan sus represalias cuando descubren que los ciudadanos piden ayuda.
La prensa que hace su trabajo ha venido relatando pormenorizadamente cómo poblaciones enteras sobreviven maniatadas y amagadas permanentemente por estos grupos criminales que, por la forma en que actúan, cualquiera diría que se saben impunes o que incluso tienen bajo su control a las autoridades, sean estas locales, la Guardia Nacional o el mismo Ejército.
Las cosas irían de maravilla –piensan en Palacio Nacional– si los medios de comunicación no fueran tan impertinentes y no insistieran en dar cuenta de la tragedia que vive el país en materia de seguridad, pero también en lo que respecta a la crítica situación que viven por ejemplo muchos enfermos para procurarse sus medicamentos. Un magnífico reportaje de Yalina Ruiz publicado por este diario el día de ayer (“Endeudarse para sobrevivir. La otra cara del desabasto”), informa de cómo muchas familias se han visto en la necesidad de
endeudarse, o bien vender o hipotecar su único patrimonio para poder continuar los tratamientos médicos o conseguir los fármacos que necesita. Otra vez algo huele a podrido en Dinamarca…
Terca como es y comprometida con los peores intereses del “conservadurismo”, la prensa también ha revelado los negocios de Gonzalo “Bobby” López Beltrán, otro vástago ejemplar del señor Presidente, con un amigo suyo, Amílcar Olán, en torno del suministro de balastro para el Tren Maya. Por lo que puede verse, “Bobby” reproduce el modelo familiar: él, como sus hermanos, no hace nada, simplemente cobra para que otros, sus amigos, lo hagan. ¿Qué puede haber de malo en esto?
Para colmo, los informes sobre la corrupción de Morena empiezan a surgir incluso dentro de las propias filas de los “periodistas” que han estado a su servicio. Es el caso de la exdirectora de Notimex, Sanjuana Martínez, quien ha denunciado que funcionarios de la Secretaría del Trabajo les exigieron, a cambio de sus liquidaciones, el 20 por ciento de las mismas para la campaña de Claudia Sheinbaum. Estamos hablando de decenas de millones de pesos que habrían ido a parar ilegalmente a la campaña de Morena. Los medios, desde luego, han dado una amplia cobertura a este tema, tras el cual está, ni más ni menos, que la posible demostración de que estamos frente a una elección de Estado.
Se entiende, entonces –pero por supuesto, no se justifica– que el Presidente haya abierto las mañaneras de esta temporada redoblando sus ataques a la prensa, señalando a Ciro Gómez Leyva (sin importarle que este haya sufrido ya un atentado contra su vida) o a Roberto Zamarripa (que según él no está a la altura de su difunto hermano).
López Obrador sabe que su popularidad, paradójicamente, no basta para acabar con la percepción negativa, dentro y fuera del país, de su gobierno. Y más aún: sabe que su popularidad es una cosa y la realidad, otra muy distinta. Él es el más popular, sin duda, pero su gobierno está demostrando ser el más opaco y corrupto; él, ser bondadoso, quiere la paz, pero los criminales controlan buena parte del país y su poder va en aumento. Él crea una megafarmacia, pero los enfermos siguen comprometiendo su patrimonio para adquirir sus medicamentos. Él va por un lado y los hechos por el otro.
Le espera un año muy complejo. Y es apenas el comienzo.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez