En la trepidante y destructiva carrera de Morena para conseguir que México vuelva al régimen de partido único –ambición que su entraña priista-leninista acaricia desde siempre– su campaña de afiliación masiva es una pieza estratégica. Al tiempo que el partido en el poder busca llevar 10 millones de almas a su redil totalitario y clientelar, construyen una versión chichimeca (como diría José Revueltas) de la nomenklatura comunista en Rusia.

Como se sabe, una vez que el Partido Comunista de la Unión Soviética se comenzó a consolidar en el poder, todos los funcionarios del gobierno que no estaban afiliados al partido fueron despedidos, marginados y, en muchos casos, perseguidos y confinados al Gulag. Esto sucedió en primer lugar entre las élites burocráticas, pero muy pronto esa lógica se impuso en todo el ámbito estatal; y como el Estado terminó por abarcarlo todo, la gran mayoría terminó siendo miembro del partido de la hoz y el martillo. Sin embargo, no cualquiera que tuviera carnet de esta organización formaba parte de la nomenklatura; a esta sólo pertenecían los burócratas y militantes de mayor jerarquía.

Por supuesto, poseer un carnet no sólo era una ventaja, sino que era la única posibilidad de ascenso social. Quien no estaba afiliado al partido era un apestado, un bicho raro que preferentemente debía ser expulsado de la universidad, el ejército, los sindicatos, las asociaciones de escritores, actores, artesanos o cualquier otra institución. Así, el PCUS llegó a contar con millones de afiliados, una idea que cautivaría después a los fascistas y nazis.

A estas alturas –obvio, del partido– no me cabe la menor duda de que ese es el modelo a seguir de Morena: millones de afiliados que estarán contentos de tener una identificación del partido a cambio de que se les abran las puertas (y becas) de la Cuarta Transformación. Es más, seguramente con el tiempo esta credencial servirá para gestionar y obtener todas las ayudas sociales que Morena –así lo cree mucha gente– generosamente dispensa a millones de mexicanos (con el dinero de todos, mientras alcance).

Y tampoco es difícil imaginar que, en los años por venir, con dos o tres reformas políticas más (de esas que la señora Presidenta denomina sin ningún empacho “democráticas”), el carnet de Morena terminará reemplazando al del INE, porque seguramente, en su perspectiva, los mexicanos ya no tendrán necesidad de votar: el partido único en el poder será la solución de todos sus problemas para siempre. Ah, y que quede claro: todo dentro del partido, nada fuera de este, como dijo un clásico de las revoluciones bananeras.

La afiliación masiva que promueve Morena no podía dejar de convocar a lo mejor del charrismo sindical. Ya el líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el senador Alfonso Cepeda, prometió 5.5 millones de nuevos militantes a Morena; el sindicato agrupa a 2.5 millones de maestros, pero el profe Cepeda confía en que la influencia de los mentores en padres de familia y amigos hará que su número se duplique.

Y que nadie crea, por favor, que esto atenta contra la pluralidad del sindicato. “No –dice el líder, expriista para variar–, es que no se obliga a nadie, no es tiempo. Cuando dicen que acarreamos, cómo vamos a acarrear a un maestro que tiene cuando menos licenciatura, maestría, doctorado, criterio definido”. Claro, teniendo todos esa sólida educación y un criterio tan amplio, los maestros necesitarían ser muy estúpidos para no querer formar parte de Morena, ¿verdad?

Ahora bien –y que me perdonen los maestros– la nomenklatura en la que trabaja Andy, heredero del “mejor presidente que ha tenido este país”, tiene otro nivel: a esta pertenecen ya los más refinados y selectos militantes de Morena, cuadros como Rubén Rocha, Ricardo Monreal y otros que por estos días se han tomado la foto con él. Sin embargo, la señora Alcalde también ha hecho su contribución afiliando a personajes como Murat Jr., mientras deja a los más impresentables, como Yunes Jr. (que se siente “como en casa” dentro del partido), para que sean atendidos por Adán Augusto López y Gerardo Fernández Noroña.

El proceso de afiliación fortalecerá sin duda la nueva nomenklatura partido-gobierno. Y servirá también para que Andy se siga dando a conocer e inicie, como su padre le enseñó, una muy anticipada y permanente campaña presidencial. El proyecto es claro: partido único, nomenklatura morenista y ejercicio dinástico del poder. Totalitarismo simple y llano.

@ArielGonzlez

FB: Ariel González Jiménez

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