Me gusta pensar en la familia como un concepto en constante transformación y el cual, por lo mismo, no cuenta con una definición establecida. Creo se trata de una de las características más claras de los tiempos que vivimos, en los que la familia se modifica hacia nuevas formas, todas válidas y con derecho a ser valoradas y respetadas.
En múltiples momentos, como sociedad, inventamos celebraciones que van encasillándonos en situaciones que, luego, más que ayudar, pueden dificultarnos la vida. Esto sucede con las conmemoraciones que, con el paso del tiempo, dejan de tener el propósito para el que fueron creadas.
El Día del Padre es una de esas fechas que despierta en mí sentimientos encontrados.
Hoy, además de las familias tradicionales, existen miles de familias con padres del mismo sexo y familias monoparentales.
Y entonces, me pregunto: “¿Acaso no debiéramos revisar si los días del padre y de la madre encajan en nuestra realidad?”.
En 1994, la Organización de la Naciones Unidas (ONU) estableció el 15 de mayo como el Día Internacional de la Familia, una manera de celebrarla en su conjunto, sin importar cómo ésta se conforma. Desgraciadamente, se trata de una fecha que pasa desapercibida por la mayoría de las personas. Lo cierto es que nuestra realidad se ajusta mejor a una celebración de este tipo, en lugar de conmemoraciones para padres o madres, en las que se refuerzan barreras de equidad de género.
La familia es la pieza fundamental de la sociedad, se trata de uno de sus principales cimientos. Es sobre ella que se construye el presente y el futuro. Cuando esos cimientos son fuertes, las adversidades que nos presenta la vida se enfrentan de mejor manera. En estos tiempos de crisis y pandemias, necesitamos familias sólidas, sin importar cómo estén conformadas.
Establecer fechas como el Día del Padre hace que miles de niñas y niños sean marginados, ya que son millones las historias en las que los padres son figuras ausentes. Las razones varían: en algunos casos son hombres que, inexplicablemente, decidieron abandonar la que considero una de las experiencias más maravillosas de la vida: educar a su descendencia. Bien lo decía el ilustre Premio Nobel José Saramago: “Dios bendiga siempre a nuestros hijos, pues a nosotros ya nos bendijo con ellos”.
Hombres y mujeres son igual de responsables, cuando de los hijos se trata. Es imprescindible que logremos la equidad de género dentro de la familia. Urgen políticas públicas en las que se proteja a la mujer y a sus hijos.
Uno de los efectos más tristes y lamentables de la pandemia ha sido el aumento en la violencia familiar, este es un hecho que necesita ser atendido por nuestras autoridades. Se requiere aumentar los programas educativos y también su difusión. Las autoridades y la sociedad deben trabajar en equipo, para erradicar el mal de la violencia familiar.
Desde el ámbito privado, en las empresas y organizaciones, se requieren acciones contundentes que faciliten la construcción y desarrollo de las familias. Se necesitan medidas alternativas, para la organización del trabajo.
El trabajo en casa o home office es una realidad para miles de mujeres, pero son muy pocos padres quienes tienen esta prestación. Si queremos ver un mundo en el que los hombres y las mujeres sean iguales económica, social y políticamente, debemos fomentar la igualdad de oportunidades para que los padres puedan hacerse cargo de los cuidados de sus hijos.
Es cierto que existen funciones exclusivas de la madre, como es el parto y la lactancia, todas las demás facetas de la crianza pueden ser llevadas a cabo por cualquiera de los progenitores.
Está comprobado que cuando las familias son espacios de igualdad, en donde se respeta a sus miembros y se fomenta el amor, la sociedad recibe un beneficio directo, puesto que la familia prospera y sus integrantes se realizan. Eso es algo por lo que debemos luchar, una meta que debemos alcanzar, y para la cual se necesita de la participación activa y constructiva de todos.
Es urgente integrar la paternidad en la agenda global para la equidad de género: en beneficio de las mujeres, hombres, niños y niñas. Es el momento de invertir en una paternidad participativa.
Empresaria, inversionista de impacto y defensora de los derechos de la mujer